Este artículo, el primero de una serie de dos, analiza la investigación actual sobre el acoso en la arqueología que ha dado forma a la disciplina desde finales de 1800. A partir de la década de 1970, el acoso se reconoce como un factor significativo que afecta la equidad de género. Investigaciones cualitativas y cuantitativas recientes han verificado que el acoso ocurre a tasas epidémicas, en tanto les arqueólogues son acosades, principalmente por otres arqueólogues, y esto ocurre no sólo en entornos de investigación de campo, sino también en aulas, laboratorios, museos, lugares de trabajo y conferencias. Aunque las mujeres en la arqueología experimentan acoso con mayor frecuencia, las cifras de hombres como de mujeres informan de acoso en proporciones inquietantemente altas. Les arqueólogues de color, LGBTQIA+, no binarios y con discapacidades también son hostigades de manera desproporcionada. Como se refleja en las propias experiencias de la autora, el acoso crea una carga cognitiva para les sobrevivientes y reduce el acceso a oportunidades profesionales, impactando directamente en la diversidad dentro de la arqueología. Afortunadamente, existen intervenciones y políticas basadas en evidencia que pueden reducir esta práctica y apoyar a les sobrevivientes, lo que se analiza en el segundo artículo, “Contra las culturas del acoso en la arqueología: Enfoques socioambientales y basados en el trauma para la transformación disciplinaria”.