El 22 de mayo de 1798, remitió el marqués de Branciforte, virrey de la Nueva España, una copia del informe que había hecho el conde de Sierragorda, gobernador de la Colonia de Nuevo Santander, acerca de la fundación de nuevas Misiones en los parajes de La Tijera y Amargosa, que había propuesto Fray Juan Nepomuceno Gallo. La copia fue remitida a Fray Pascual del Pilar, Presidente del Colegio de Propaganda Fide de Pachuca, el cual contestó, que el día 12 del mismo mes de mayo, recibió un oficio del virrey antecesor del marqués de Branciforte, cuya tardanza en contestar provino de que se retiró de la Misión de Palmitos al Apostólico Colegio, por los graves quebrantos de salud que padeció, causados por una “salida” que hizo con sus indios por no haber tenido con qué mantenerlos en el año de 1794, tratando de impedir su dispersión durante el tiempo que empleaban en buscar la subsistencia con los “alimentos rústicos” de que se proveen en la costa, por lo que se resolvió a unirse con ellos acompañándolos en sus penas y, como carecía de resistencia, se le “descompuso” el estómago, de tal manera, que estuvo a las “puertas de la muerte,” por lo que hizo su retiro y fue a sucederle en la presidencia de las Misiones Fray Juan Ballesteros, recibiendo el informe al cual me refiero en el principio de éste artículo y que, más tarde, se lo remitió para que respondiera lo que fuese del caso y debía decir al virrey que era cierto cuanto exponía el gobernador sobre las naciones de los indios Quiemacapenes, Comecrudos y todos los demás que fueron recogidos en la Misión de Elguera. Asimismo, que los parajes de La Tijera y Amargosa eran, como los demás de la costa, buenos para “toda especie de cria” de ganados, pero sin más “arbitrios” para sembrar, que los “ancones, bagios y derramaderos” del río Bravo del Norte, sitios que están expuestos a inundarse con las crecientes anuales.