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El Orden Latinoamericano: Cinco Escenarios

Published online by Cambridge University Press:  24 October 2022

Joseph Hodara*
Affiliation:
CEPAL, México
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Un lector asiduo de ciertos géneros de la literatura sobre el reciente desarrollo económico y social de Latinoamérica podría rematar en la conclusión de que “aquí no ha pasado nada,” Su aserto descansaría en el examen de algunos problemas y expresiones centrales de la temática regional de los últimos lustros. Ejemplo ilustrativo: la infatigable presencia de restricciones externas e internas que militan en conjunto contra el desarrollo: segmentos de ellas mudaron tal vez énfasis e importancia, pero el escenario, los personajes y el guión permanecen en general sin alteración. Continúan, en otras palabras, las oscilaciones caprichosas del comercio exterior, la fragilidad financiera, la debilidad-ingreso del mercado interior, el subempleo y la pobreza crítica, las rigideces institucionales.

Type
Research Reports and Notes
Copyright
Copyright © 1979 by the University of Texas Press

Footnotes

*

El autor es responsable por las ideas aquí expresadas; de ningún modo comprometen al organismo regional del cual forma parte.

References

Notas

1. Véase ejemplos en CEPAL, “Desarrollo, industrialización y comercio exterior,” Cuadernos 13–14 (Santiago de Chile, 1977), y “Tendencias y proyecciones a largo plazo del desarrollo económico de América Latina,” E/CEPAL/1027 (3 de marzo 1977).

2. Véase la monografía de L. Meyer, “La encrucijada,” en Historia general de México, tomo 4 (México: El Colegio de México, 1976).

3. Entre otros, “La coyuntura internacional: cuatro visiones,” Estudios Internacionales, no. 31 (julio-septiembre 1975); “Prospectiva y subdesarrollo,” Economía y Demografía 10, no. 1 (1976); y “Los límites del crecimiento y el orden latinoamericano,” CEPAL/MEX/Borrador/SDS/77/1 (marzo 1977).

4. La indagación de los futuros probables entraña paradojas. Una de ellas bordea la epistemología: anticipar y describir situaciones inéditas con términos anclados en el pasado o en el presente. Habría necesidad de crear un código que corresponda a esas previsiones; tarea en verdad laboriosa. De aquí el sostén en el “conocimiento tácito,” esto es, la taxonomía, los datos y los juicios que una comunidad de investigadores comparte dentro de ciertos límites, y que constituyen una suerte de lenguaje común (siempre insuficiente) para comprender lo que suele escaparse del común sentido.

5. De ahí que, en opinión de T. Kuhn, las ciencias sociales carezcan de un paradigma; experimentan, sin embargo, procesos de decantación aunque menos articulados que el de las ciencias naturales. Véase al respecto D. Crane, Invisible Colleges (Chicago, Ill.: University of Chicago Press, 1972), pp. 85ss.

6. Sobre ellos véase la inteligente presentación de A. Solari, R. Franco y J. Jutkowitz, Teoría, acción social y desarrollo (México: Siglo XXI, 1976), primera parte, cap. 3. Adviértase que estas corrientes aluden al desarrollo global de América Latina; difieren de las dos interpretaciones de política económica que J. Serra apunta, en “El estilo de desarrolo reciente de la América Latina,” El Trimestre Económico 44 (2), no. 174 (abril-junio 1977).

7. La interpretación precisa de este código aún debe acometerse. Véase C. R. Bath y D. James, “Dependency Analysis of Latin America,” LARR 11, no. 3 (1976), y O. Rodríguez, “Sobre la concepción del sistema centro-periferia,” Revista de la CEPAL, primer semestre 1977.

8. Al respecto véase el prefacio de A. Pinto al texto de A. Barros de Castro y C. F. Lessa, Introducción a la economía (México: Siglo XXI, 1976).

9. K. W. Deutsch, The Nerves of Government (New York: The Free Press, 1966), pp. 16ss.

10. Estos ingredientes constituyen el rasgo distintivo de todo modelo, en contraste con las teorías que son construcciones puramente deductivas. Véase C. Dagum y E. Bee Dagum, “The Meaning of Theory and Model in Social Sciences,” University of Iowa Working Paper Series 72–9 (May 1972), pp. 25–26.

11. R. Barre, Economía política (Barcelona: Ed. Ariel, 1971), pp. 170ss.

12. Se trata de una abstracción que alude a “acontecimientos en el interior del sistema del economista.” Véase A. Marchai, Estructuras y sistemas económicos (Barcelona: Ed. Ariel, 1961), p. 61.

13. H. Jaguaribe, “La América Latina ante el siglo XXI,” El Trimestre Económico 41 (2), no. 162 (abril-junio 1974). Como se sabe, este autor exploró los “requisitos de sobrevivencia” de los países latinoamericanos, concluyendo que “con la parcial excepción de Brasil, ningún país latinoamericano tiene aisladamente condiciones de autonomía, de materias primas, de ciencia y de tecnología, de mercado, de integración social y de poder de disuasion” (p. 435).

14. A. O. Hirschman, “Enfoque generalizado del desarrollo por medio de enlaces, con referencia especial a los productos básicos,” El Trimestre Económico 44 (1), no. 173 (enero-marzo 1977), p. 204.

15. Los enlaces ocupacionales indican los efectos sociales de la diversificación productiva y la concentración espacial. También dan una idea de los procesos de burocratización y estratificación. Véase al respecto C. Geneletti, “Social Modernization, Economic Development, and the Size of the Middle Class,” CEPAL/DRAFT/DS/152 (diciembre 1976).

16. Adviértase la afinidad entre estos contrastes y el planteamiento de Marchai, Estructuras, pp. 69ss, sobre el papel del tiempo en la conducta estructural.

17. Algunas alusiones al respecto se encontrarán en F. H. Cardoso, “El consumo de la teoría de la dependencia en los Estados Unidos,” El Trimestre Económico 44 (1), no. 173 (enero-marzo 1977). Este ensayo también es útil como balance autocrítico de la “dependencia.” Rev. version in English appeared in LARR 12, no. 3 (1977).

18. El examen de estas transformaciones, desde el ángulo del desarrollo periférico, tropieza con escollos. Primero, por debilidad de la perspectiva histórica; segundo, por la brecha perceptual que afecta al subdesarrollo (véase nuestro escrito sobre “los límites,” en la nota 3); y, en fin, porque la ideología profesada por los centros bloquea el reconocimiento cognitivo de los cambios, esto es, aceptarlos explícitamente implicaría una rectificación conflictiva de la ideología dominante. Este último aserto se inspira en las apreciaciones de G. Myrdal sobre la “planificación económica” en Occidente. Véase su El estado del futuro (México: FCE, 1961), pp. 31ss. También es pertinente el ensayo de D. Bell, “The Future World Disorder,” Foreign Policy 27 (Summer 1977), que pone énfasis en las transformaciones del sistema capitalista.

19. Estas visiones son coherentes con el establecimiento de un nuevo orden internacional que establece normas precisas y legítimas en los nexos entre el Norte y el Sur. Ambos tienen perentoria necesidad de ese orden, no sólo por las razones que públicamente se aducen; también por otras relacionadas con el “control sistémico.” Véase al respecto T. Smith, “Changing Configurations of Power in North-South Relations since 1945,” International Organziation 31, no. 1 (Winter 1977). Y también el segundo informe de S. Linowitz, The United States and Latin America: Next Steps (Washington, D.C., December 1976), en particular las referencias a Cuba y a la proliferación nuclear en el hemisferio. Para una versión instituacionalista de estas corrientes véase P. de Seynes, “La controversia sobre ‘los futuros’ en las Naciones Unidas,” Revista de la CEPAL (primer semestre de 1977).

20. Trasladamos esta imagen de M. Wolfe, del contexto teórico e internacional al empírico y latinoamericano. Véase El desarrollo esquivo (México: FCE, 1976).

21. Adviértase que distinguimos entre el modelo intelectual de la construcción de escenarios—al cual corresponden las premisas y categorías reseñadas—y el modelo intelectual de cada escenario, que es una forma de respuesta a esas premisas y categorías.

22. Por ejemplo, A. Villegas, Reformismo y revolución en el pensamiento latinoamericano (México: Siglo XXI, 1974).

23. Con excepción de Cuba, aunque en la óptica de este escenario su rompimiento con el sistema capitalista no involucró un divorcio cultural de América Latina.

24. Resolución 310 (XIV) sobre “La estrategia internacional de desarrollo,” CEPAL (mayo 1971).

25. C. Lafer, “Una redefinición del orden mundial y la Alianza Latinoamericana: perspectivas y posibilidades,” Estudios Internacionales, año 8, no. 31 (julio-septiembre 1975); y CEPAL, “El desarrollo económico y social y las relaciones externas de América Latina,” E/CEPAL/1024 (15 de marzo 1977).

26. El modelo de este escenario no ofrece consenso sobre la génesis de estas brechas. Algunas veces apunta vagamente a la “magnitud de los mercados”; otras a la posesión de recursos naturales (mineros, principalmente) y, en fin, al volumen de intervenciones felices del estado en el manejo de la economía.

27. Por ejemplo, los países calificados de “menor desarrollo relativo” (16 en total) representaban en 1960 el 12.0 del producto regional; en 1973, el porcentaje cae a 10.6. Por otra parte, las exportaciones de manufacturas de éstos constituían, en 1965, el 26% del total; en 1973 se reducen al 12%. Véase CEPAL, “La industrialización de los países de menor desarrollo relativo,” ST/CEPAL/Conf. 51/L. 3 (octubre 1974), y CEPAL, “Las exportaciones de manufacturas y la industrialización de América Latina,” Documento Informativo No. 3, Conferencia Latinoamericana de Industrialización, México, noviembre 1974.

28. Lafer, “Una redefinición, p. 53.

29. La “amenaza” debe entenderse como un recurso legítimo de negociación; puede oscilar entre el cierre de importaciones estratégicas para los centros a la formación de una Force de Frappe. Véase Jaguaribe, “La América Latina,” p. 438.

30. Id.

31. Id., p. 57.

32. J. L. Imaz, Nosotros, mañana (Buenos Aries: Eudeba, 1968), p. 83.

33. Según Jaguaribe, “en virtud de sus dimensiones continentales Brasil podría, en términos económicos, emprender aisladamente su desarrollo.” Véase su “Dependencia y autonomía en América Latina,” en Dependencia político-económica de América Latina (México: Siglo XXI, 1969), p. 73.

34. Citados en notas anteriores.

35. Imaz, Nosotros, p. 86; en cuanto a la capacidad de disuasión, Jaguaribe vacila si ésta debe alcanzarse con artefactos nucleares o no. Compárese en “La América Latina,” pp. 433 y 438.

36. Imaz, Nosotros, p. 108.

37. Jaguaribe, “Dependencia,” p. 72. “En el caso de Cuba … la falta de viabilidad nacional, aisladamente, con insuficiente masa de recursos naturales y humanos, mantiene, con cualquier régimen, su carácter dependiente,” Jaguaribe, “La América Latina,” p. 425. No compartimos este juicio. Cuba parece haber encontrado compensaciones funcionales—vía enlaces—a las insuficiencias de encuadre.

38. Jaguaribe, “Dependencia,” p. 74.

39. Id.

40. Id., p. 75.

41. Dice Imaz con buena dosis de optimismo: “A la inversa de Gabón, en la Argentina no puede ensayarse cualquier aventura política,” Nosotros, p. 51.

42. Esta consideración tiene algún respaldo en R. Hansen, “Relaciones económicas entre los Estados Unidos y América Latina,” Estudios Internacionales, año VII, no. 31 (julio-septiembre 1975).

43. Esta configuración tiene amplios antecedentes en la experiencia histórica. Véase K. Knorr, The Power of Nations (New York: Basic Books, 1975), pp. 24ss.

44. M. Wolfe anticipa estos probables atributos para el caso de algunos “mini-estados” del Caribe. Podrían tener aplicación más general, sin embargo. Véase su “The Concrete Utopias and Their Confrontation with the World of Today,” ECLA/DRAFT/DS/134 (January 1976), p. 37.

45. El término pertenece a Jaguaribe, si bien lo usó en otro contexto.

46. Dígase de paso que el probable raprochement entre Estados Unidos y Cuba tendrá en América Latina proyecciones no menos importantes que las que tuvo en su momento la insurgencia revolucionaria en la isla. Será un acontecimiento traumático para las derechas y las izquierdas tradicionales.

47. Barreras cognitivas entorpecen la mirada no sólo de los centros industriales; también—y con particularidad—a los países institucional y económicamente endebles. Al respecto véase el análisis lacerante pero justo de W. Laquer, “Third World Fantasies,” Commentary (February 1977).