Ni a Le Plongeon, que es de Norte América, ni a Alicia su mujer, que es de Inglaterra, abaten estas que él mira como hostilidades, y no ella, persona de mayor calma y sentido: por cierto que no tiene más hermosura que la augusta que viene de saber desdeñar lo trivial y amar lo extraordinario. Joven es ella, como de unos treinta y seis años y más entendida en arqueología y en lenguas que su esposo: él, con sus luengas barbas, i a su mujer sumiso como un niño, es persona de más de sesenta años. Acaban de desenterrar grandes reliquias, y de hallar bellas tumbas subterráneas, de poderosa e irregular arquitectura. Ahora andan de nuevo por allá.
—José Martí, “Antigüedades americanas”
Mucho se ha dicho del lugar de las mujeres extranjeras y viajeras en Latinoamérica en las últimas dos décadas. Los estudios poscoloniales han sacado a la luz, primero en el contexto anglosajón y luego en el latinoamericano, una plétora de relatos de aquellas mujeres que, desafiando la inmovilidad presupuesta para su género, se lanzaron a viajes y exploraciones de diversa índole, particularmente durante el siglo XIX, momento en el que aumentaron y mejoraron los medios de transporte y la pujante burguesía creaba nuevos pasatiempos.Footnote 1 La literatura de viajes escrita por mujeres ha sido analizada como un espacio privilegiado para explorar la construcción de la subjetividad femenina en la escritura, el rol de las divisiones de género en la conformación de la ciudadanía, la conexión entre mujer y colonialismo, las múltiples miradas sobre la otredad en términos de raza, clase, género o procedencia, entre otros temas fundamentales que exceden lo literario y conectan este corpus con la antropología, la historia y/o la geografía.
Adriana Méndez, entre otras críticas y críticos, ha revisado las lecturas exotizantes o reduccionistas de la escritura de viajeras extranjeras para pensar este corpus como parte de la “biblioteca multicultural” latinoamericana. Para Méndez, viajeras como Flora Tristán (Peregrinaciones de una paria, 1838), María Graham (Journal of a Residence in Chile and Journal of a Voyage to Brazil, 1824), Frances Erskine Inglis (Life in Mexico: During a Residence of Two Years in That Country, 1843), Fredrika Bremer (The Home of the New World: Impressions of America, 1853) o Adela Breton, desarrollan una perspectiva transatlántica producto de sus largas estadías en Latinoamérica que las lleva no solo a enunciarse como visitantes, sino también como “habitantes” de dos mundos simultáneos (Reference Méndez RodenasMéndez 2014, 43). Sintiéndose integradas al lugar al que se desplazan y trayendo consigo un bagaje cultural y lingüístico diverso, estas mujeres forman parte del archivo histórico de Latinoamérica y su obra contribuye a expandir y enriquecer las nociones decimonónicas de nación y “comunidad imaginada” dentro de la vida política y cultural del territorio (Reference Méndez RodenasMéndez 2014, 23). Siguiendo este argumento, es posible pensar en la producción viajera femenina por fuera del espacio menor que ha ocupado históricamente en la tradición literaria latinoamericana, a diferencia de la atención que han recibido obras de viajeros como Alexander von Humboldt, Charles Darwin u otros exploradores ingleses científicos y comerciantes, cuyas obras han sido consideradas como fundadoras de las matrices simbólicas de las literaturas nacionales de países como Argentina, Colombia, México o Perú.Footnote 2 Las viajeras no son autoras de notas pasajeras elaboradas ingenuamente en las horas ociosas del viaje. Por el contrario, ellas son productoras de conocimiento etnográfico y científico y, sobre todo, sus textos proponen nuevos modos de pensar esos saberes —o de definir qué cuenta como tal— desde otras dinámicas de producción y circulación fuertemente determinadas por el género, lo que Donna Haraway entiende como “conocimientos situados” (Reference Haraway1988, 581).Footnote 3
En la misma línea de análisis, en este artículo me interesa incorporar al mapa viajero latinoamericano a una mujer cuya obra y figura ganó una visibilidad y reconocimiento que, con el paso del tiempo, fue disipándose hasta rayar en el olvido. Me refiero a la viajera inglesa y pionera en los estudios arqueológicos mesoamericanos Alice Dixon Le Plongeon (1851–1910), quien viaja y permanece en la península de Yucatán entre los años 1874 y 1885. Como bien resume Lorena Careaga Viliesid en un exhaustivo análisis de su vida, Dixon fue una de las primeras mujeres viajeras en la península de Yucatán en el siglo XIX; exploradora de Chichén Itzá y Uxmal; estudiosa de la cultura maya contemporánea (vida cotidiana, costumbres y tradiciones —su perspectiva aporta un sentido de justicia social para las mujeres mayas y mestizas—; y una de las primeras profesionales de la fotografía en la región, además de haber sido pionera de este arte y técnica entre su género (Reference Careaga ViliesidCareaga 2010, 135).Footnote 4 Todos estos conocimientos y experiencias fueron difundidos en su tiempo en prestigiosos medios norteamericanos como los Proceedings de la American Antiquarian Society, o revistas como Harper’s Bazaar, New York World o Photographic Times.Footnote 5
Dixon viaja acompañando a quien luego sería su esposo Augustus Le Plongeon (1826–1908), fotógrafo y arqueólogo amateur que previamente había realizado viajes y trabajado en Chile, California (durante el periodo de la fiebre del oro) y Perú. La pareja se conoce en Londres, a donde Le Plongeon había llegado para estudiar manuscritos mexicanos antiguos en el British Museum y prepararse así para su próxima expedición a la península de Yucatán.Footnote 6 El interés de Dixon por la civilización maya surge a partir de su encuentro con Le Plongeon, quien la introdujo en lecturas de otros viajeros como John L. Stephens, Incidents of Travel in Yucatan (1843), las crónicas de fray Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, y las de Diego López de Cogolludo, Historia de Yucatán (Reference España and DepetrisEspaña y Depetris 2011). Atraída por la posibilidad de explorar otros territorios y civilizaciones, Alice Dixon no duda en unirse a Augustus Le Plongeon en su viaje a Yucatán aún antes de contraer matrimonio: viajan en 1873 de Londres a Nueva York; allí se casan y parten luego hacia a la península mexicana. La estadía dura once años (1873–1885, con algunos viajes logísticos de vuelta a Nueva York) en los que recorren diversas poblaciones yucatecas y la región de Belice.Footnote 7 El itinerario, marcado muchas veces por los propios intereses de Dixon, incluye la exploración de las ya mencionadas ruinas mayas de Chichén Itzá y Uxmal, pero también Cozumel, Isla Mujeres, Honduras británica, Izamal, Mayapan y Ake. La pareja realiza también un viaje a la ciudad de México para encontrarse con el presidente Porfirio Díaz, presentarle sus hallazgos arqueológicos y obtener el permiso para desarrollar un proyecto en Mayapan (Desmond 2019).Footnote 8
La perspectiva que Dixon desarrolla sobre los espacios que explora, es el resultado de su interés por sociedades perdidas, su inclinación por el activismo político y la búsqueda de justicia social y se complementa, además, con sus amplios conocimientos sobre fotografía (Reference DesmondDesmond 2009). Su padre, Henry Dixon, era un fotógrafo exitoso en Londres que contribuyó al desarrollo de la fotografía pancromática y supo retratar mucha de la arquitectura de la ciudad para la Society for Photographing Relics of Old London. Alice aprendió con él el oficio mientras trabajaba como asistente en su estudio (Reference DesmondDesmond 2009). Empleando técnicas fotográficas recientemente desarrolladas en la segunda mitad de su siglo (como el uso de un proyector para placas 3D y negativos en placas de vidrio), Alice Dixon produjo algunas de las primeras fotos de Yucatán, las que se convirtieron en material invaluable para futuras exploraciones.Footnote 9
Sus miles de fotografías, hoy en día conservadas en el Getty Research Institute y la Wilson Library de la Universidad de North Carolina (duplicados), junto con la escritura de un diario personal, una serie de ensayos que publicó en 1889 bajo el título de Yucatan Here and There y otros cuarenta artículos difundidos en las ya mencionadas publicaciones de Estados Unidos conforman el registro de su experiencia.Footnote 10 En dichos textos e imágenes puede leerse, explícita e implícitamente, la estrecha relación que el matrimonio desarrolló con el espacio y habitantes yucatecos. Tanto Alice Dixon como su esposo denunciaron el saqueo de las antiguas ciudades en ruinas, defendieron la causa de los mayas rebeldes que aún se encontraban en pie de lucha desde que la Guerra de Castas estallara en 1847, recolectaron numerosos objetos hallados en sus excavaciones, realizaron calcas de inscripciones y moldes en papel maché, escribieron profusamente y defendieron su trabajo ante autoridades políticas, como el presidente Porfirio Díaz, y numerosos expertos académicos nacionales y extranjeros (Reference Careaga ViliesidCareaga 2010, 136).
Como muestra el epígrafe correspondiente a una breve crónica que el poeta y periodista cubano José Martí les dedicara, el trabajo de Alice Dixon y Augustus Le Plongeon en Yucatán también tuvo rápida difusión y recepción en la comunidad intelectual internacional, sobre todo a partir de su descubrimiento del Chac Mool en Chichén Itzá.Footnote 11 Sin embargo, la visión mística de Dixon (la cual comparte con su esposo) sobre los orígenes de la cultura maya y su teoría sobre la posibilidad de que esta haya dado origen a las restantes civilizaciones del mundo como la egipcia, y hayan sido los primeros habitantes de la mítica Atlántida (Reference GodwinGodwin 2010; Reference Dixon Le PlongeonDixon 1896; Reference Careaga Viliesid, Arguello and AndrésCareaga 2017; Reference España and DepetrisEspaña y Depetris 2011), la alejaron del circuito de viajeros científicos que integran el canon multicultural y multilingüe de Latinoamérica. En un momento en el que la antropología y la arqueología abandonan su estado embrionario para constituirse como disciplinas institucionalizadas y con una serie sistematizada de metodologías que fijan las categorías científicas y, en cierto modo, borran la historia de su compleja constitución, las especulaciones del matrimonio fueron entendidas como charlatanería y fraude y sus descubrimientos arqueológicos completamente desacreditados (Figura 1).
Walter Benjamin sostiene que para conocer el pasado hay que actuar como arqueólogo y excavar sobre hechos, momentos, objetos, de manera tal que el recuerdo de cuenta no solo del hallazgo puntual sino también de todas las capas que fue preciso atravesar para llegar a él (Reference BenjaminBenjamin 2010). En este trabajo me interesa desenterrar la obra de Alice Dixon del descrédito de la ciencia moderna. El objetivo es destacar, como excavando las capas de la historia y de la literatura de viajes, el carácter colectivo, híbrido e itinerante de la producción del conocimiento de las mujeres viajeras, al que Dixon específicamente entiende como la combinación de preceptos científicos, el espiritismo y la experiencia de vida cotidiana entre Europa, la selva yucateca y los Estados Unidos (Reference PodgornyPodgorny 2010).Footnote 12 De acuerdo a Irina Podgorny (Reference Podgorny2010, 168–169), el conocimiento se modela de manera transnacional, no en un lugar fijo sino “en la circulación de cosas y hechos”. De esta manera, entiende que la ciencia —y todo tipo de saber, se podría agregar— se ha desarrollado “no gracias a grandes motores teleológicos” sino por los caminos trazados por estos denominados “charlatanes”, creadores de relatos y actores pragmáticos y narrativos de la vida cotidiana de los espacios que recorren (Reference PodgornyPodgorny 2010, 168–169). Pensando en la importancia del trabajo de Alice Dixon desde esta perspectiva que cuestiona los espacios autorizados del discurso viajero y científico, en lo que sigue quisiera leer su diario personal y algunos ensayos y fotografías de la viajera centrándome, tal como se sugiere en el título, en la presencia y circulación de objetos en los mismos.Footnote 13 Entendiendo a su diario como parte integrante de una materialidad en la que Dixon se refugia en su viaje y que la sobrevive, un análisis de la presencia, circulación y reflexión de y sobre los objetos contribuye al estudio de la compleja relación de la mujer con su propia identidad de viajera y con el territorio visitado, en donde se destaca el rol de la cultura material en la definición de lo femenino en el siglo XIX, y propone nuevos modos para aproximarse a la construcción del conocimiento científico y etnográfico en la escritura de las mujeres viajeras.
Como en el caso de los viajeros científicos que en el siglo XIX recorrían el territorio latinoamericano con barómetros, microscopios y telescopios, entre otros elementos que les permitían recoger y analizar objetos de la fauna y flora local, el de Dixon es un viaje repleto de objetos. En una asociación inmediata se podría pensar en los objetos arqueológicos de los que tanto Alice como su esposo Augustus toman moldes y a los que fotografían, dibujan y miden. De hecho, gran parte de sus obras giran en torno a los hallazgos de objetos y esculturas. Estos descubrimientos, en muchas ocasiones, son intervenidos, trasladados enteros o por piezas, o duplicados para instituciones de los Estados Unidos, principalmente de Philadelphia y Nueva York, dando cuenta además de la importancia que tienen los procedimientos de registro, clasificación y recolección en el siglo XIX para la construcción de modelos científicos taxonómicos, antropológicos y/o para la exhibición del conocimiento en los museos y galerías de las metrópolis (Reference AndradeAndrade 2016, 3) (Figura 2).Footnote 14
No obstante, a otro nivel de lectura, surge una serie adicional de objetos que también definen la experiencia de Alice Dixon en Yucatán y la forman como sujeto en viaje, estudiosa y etnógrafa del territorio. Susan Pearce (Reference Pearce2013) dice que los objetos no solo representan el conocimiento, sino que son el conocimiento. Se trata de aquellos artefactos que, a diferencia de los que pasan a conformar una colección arqueológica para ser clasificada, trasladada y exhibida, no se abstraen completamente de su contexto de uso o producción, sino que son redefinidos o adaptados a nuevos ámbitos. Tal es el caso de las pertenencias y los instrumentos fotográficos que Dixon lleva consigo, los que debe aprender a reutilizar en este espacio alejado de las urbes familiares (Londres y Nueva York), y los objetos, materias primas o utensilios locales que usa o adapta a sus propias necesidades de viajera por un territorio desconocido.
Se podría afirmar, de acuerdo a la propuesta de Bill Brown, que en los textos y fotografías de Dixon los objetos se vuelven cosas. Para Brown, un objeto material se convierte en cosa cuando es utilizado con un nuevo propósito o función, cuando se rompe o se reubica de manera tal que cobra un valor añadido (Reference Corujo MartínCorujo Martín 2019).Footnote 15 Así, la teoría de las cosas de Brown explora los modos en que los sujetos nos relacionamos y reflexionamos sobre los objetos, volviéndolos cosas que moldean nuestra realidad e identidad a la vez en que son moldeadas y resignificadas por nosotros mismos. Utilizando el ejemplo de una ventana, Brown dice que los objetos son transparentes —se puede mirar por la ventana sin detenerse en ella—, mientras que las cosas son opacas. Es decir, la ventana se vuelve cosa en la medida en que reflexionamos en su consistencia física o material. Brown continúa con la idea ya formulada por Arjun Appadurai en The Social Life of Things (Reference Appadurai1986), quien sostiene que el mundo material, lejos de constituir una categoría inerte, inmóvil y pasiva como lo había pensado el racionalismo, es productor de significados y forjador de identidades culturales en términos de clase, raza o género (Reference Corujo MartínCorujo 2019).
Cada viaje presupone un desplazamiento en el que aparecen consecuentemente nuevas funciones para los objetos. El de Alice Dixon no es la excepción. En consonancia con la reflexión anterior de Brown, frente a cada objeto que deja de funcionar o al que debe encontrarle sustitutos u otras formas de operarlos, la viajera se cuestiona el lugar y valor de su cultura y sus propios conocimientos: “the elements are the same always, and necessity is the mother of invention” dice Dixon en su artículo “Ruined Uxmal”. En esta pieza, la autora expone las reflexiones que le despierta el hecho de encontrarse frente a los monumentos de Uxmal, y deja fluir sus pensamientos sobre las hipotéticas ruinas de la sociedad presente (Reference Dixon Le PlongeonDixon 1881, sin paginación). ¿Qué objetos serán las que definan nuestra identidad en manos de futuros estudiosos? ¿Cuánto dicen esos objetos de nosotros?
Con esta preocupación en mente, en su diario, fotografías y ensayos Alice Dixon registra con detalle la manipulación de innumerables objetos cotidianos, de trabajo y alimentos, junto con un gran número de descripciones de la flora y la fauna local. Estos objetos pasan a ser cosas en la escritura y las imágenes de la viajera cuando esta se detiene y medita sobre la materialidad de los mismos, ya que son las cosas (objetos resignificados) las que facilitan u obstaculizan el viaje y las que la construyen como mujer viajera, etnógrafa y fotógrafa en medio de la cosmovisión maya de las reliquias y del Yucatán contemporáneo. El mundo material en la escritura e imágenes de Alice Dixon se visibiliza principalmente en dos momentos. Por un lado y en una primera etapa del viaje, los objetos, entendidos según la teoría de Brown (Reference Brown2001, 32) como materia “sin transformación”, son mercancías o bienes que demarcan el estatus de la mujer y determinan su identidad viajera a priori (Reference Corujo MartínCorujo 2019). Por otro lado, y a medida en que esos objetos encuentran nuevas funciones, las cosas resultantes de estas dinámicas de la mujer con lo material van a cuestionar dicha identidad y diseñarán otros modos alternativos de su hacer científico desde la fotografía y la etnografía. Detenernos como lectores en esta relación entre sujeto —objetos— y cosas, nos confirma que la construcción del conocimiento en la literatura de viajes no se produce exclusivamente en una relación colonial y de poder vertical —la viajera trayendo sus teorías e instrumentos para medir, analizar y aplicar sobre un territorio-objeto pasivo. Muy por el contrario, Dixon deja entrever que es en el movimiento e intercambio de objetos que mediatizan su recorrido donde debemos leer los sentidos del viaje.
Resignificando objetos: Formación y transformación de la mujer viajera
En la obra de Dixon se destacan, en un momento inaugural del relato y la experiencia de recién llegada, aquellos objetos transparentes con los que la mujer intenta reafirmar su identidad y estatus como viajera y extranjera en Yucatán. Muebles, trajes victorianos, medios de transporte y cartas de presentación, entre otros, funcionan como signos preestablecidos del estatus de superioridad con el que la mujer busca presentarse frente a los locales, siguiendo el comportamiento habitual de viajeros y viajeras del siglo XIX. Más aún, en su Inglaterra natal (y también dentro del contexto de modernización de América Latina), el consumo y la publicidad de objetos materiales como mercancías formaban una parte sustancial de la identidad femenina (Reference YoungsYoungs 1997). El rol y visibilidad de las mujeres estaba, en gran parte, determinado tanto por la capacidad de consumo de ropa, joyas o accesorios personales como por la exhibición de los mismos. Los bienes personales y domésticos son adoptados como marcadores raciales, de estatus y distinción social y, dentro de la retórica imperial de la sociedad británica, denotan la superioridad del colonizador frente al espacio y sujetos colonizados (Reference LaraLara 2018). La feminidad de la mujer europea, entonces, se construye en una serie de negociaciones y relaciones socioeconómicas en las que la definición de lo femenino depende a su vez de la feminización de ciertos objetos, su mercantilización, y las necesidades que estos satisfagan, lo que en un análisis marxista se entendería como bien de consumo o commodity (Reference Marx and DragstedtMarx 1976).
En una primera instancia del viaje, Dixon reproduce esta dinámica de estatus, intercambios y distinción mencionando la serie de dificultades que tiene para conseguir transporte y alojamiento que conformen sus necesidades y estándares de gusto. Camino a Chichén Itzá, la autora hace referencia a la ausencia de hoteles y a las demoras y mal estado de los coches que deben recogerlos. Especialmente en el trayecto de Tizimín a Teco (marzo de 1874), se narra el episodio con un incómodo bolan-coche, uno de los únicos transportes para pasajeros en el que los viajeros podían trasladar su equipo fotográfico: los animales que lo empujan son salvajes, ella está vestida con enaguas que no le permiten moverse y el viaje es tan agitado que todos los pasajeros terminan sentados sobre parte del equipaje e instrumentos que llevan (Reference Dixon Le Plongeon and DesmondDixon 2009). Ahí mismo en Tizimín, Alice Dixon y su esposo se alojan en un cuarto del palacio municipal que solo tiene dos sillas. Como camas, comenzarán a utilizar las hamacas, adoptando la costumbre local indígena: “las hamacas servían de cama por la noche y de sofá por el día. Si usábamos una sábana de noche, las dejábamos fuera de la vista durante el día” (Reference Dixon Le Plongeon and DesmondDixon 2009, 59, la traducción es mía).Footnote 16 Las hamacas serán en ocasiones el único mobiliario disponible en las chozas (huts) y son referidas para marcar una ausencia allí donde deberían abundar los muebles, en un hogar típico de su clase en la Londres decimonónica. Asimismo, Dixon lamenta en otra entrada de su diario no tener un espacio propicio para cambiarse y bañarse, una incomodidad que se suma a la presencia de garrapatas en su traje (Reference Dixon Le Plongeon and Desmond2009). En otros momentos, la falta o demora de materiales como la pólvora para las armas de caza, el papel para las fotos y las notas, o las cartas de presentación que se escriben y circulan de un modo diferente al propio, se señalan como obstáculos para el desarrollo de las actividades típicas de una viajera (Reference Dixon Le Plongeon and DesmondDixon 2009). Estas situaciones en donde lo familiar y esperado se ve alterado por objetos extraños y externos, representan una amenaza a la identidad de Dixon como extranjera y privilegiada (Reference YoungsYoungs 1997). Y, al mismo tiempo, las diferencias entre posesiones y mobiliario señalan la otredad del lugar visitado, una otredad que se percibe con un menor grado de civilización, aunque luego la autora destaque pasajes de valoración y estima del pueblo y pasado yucatecos.
Con estos pasajes del diario de viaje de Dixon (Reference Dixon Le Plongeon and Desmond2009), podemos afirmar que los objetos, aunque en un principio la mujer los entienda como signos absolutos de su identidad, ya no funcionan de esta manera. La realidad de la viajera ya no se puede ver ni significar a través de ellos, ya sea porque esos objetos faltan, porque el contexto social y geográfico es otro o porque, aun estando presentes, han cobrado otros sentidos. A partir de entonces, veremos proliferar en el relato una serie de nuevas relaciones entre Dixon como sujeto y el mundo material con el que se relaciona. Luego de haber permanecido en Yucatán por un año, llegando al municipio de Dzitás y al ingresar en lo que será su alojamiento temporario, Dixon anota en el diario que empezaban a “sentirse en casa” (86) inmediatamente después de haber colgado sus hamacas. Este gesto y otros en el texto paulatinamente muestran que la mujer adopta nuevos elementos locales como propios, al mismo tiempo que comienza a desprenderse de aquellos con los que había llegado: “we carried as little carriage as possible”, dice la viajera camino a Chichén Itzá, donde pasarán más de tres meses (84–85).
Un momento simbólico de su cambio se puede ubicar justamente en ese camino, en el que su falda vuelve a molestarle en el viaje y ella decide enrollársela —lleva pantalones debajo— para poder moverse libremente en el carruaje. La lugareña que la acompaña, de la que se puede inferir que pertenece a una familia criolla y de alto estatus en el lugar, la observa con cierto pavor advirtiendo la posible condena al comportamiento de Dixon (Reference Dixon Le Plongeon and Desmond2009, 90) por parte de los hombres presentes en el viaje. La narración de este episodio con la falda es significativa porque plantea por primera vez y explícitamente una posición divergente de la mujer frente a los códigos de sociabilidad que definían lo femenino en su tiempo a través de objetos como la vestimenta, tanto en su lugar de origen como dentro del circuito de la élite mexicana. Durante la época victoriana en Inglaterra, proliferaron los manuales de urbanidad entre otros géneros discursivos y literarios dedicados a establecer reglas rígidas de comportamiento para hombres y mujeres. Dixon muestra que a pesar de que es claramente consciente de dichos preceptos y de su aplicabilidad en ciertas esferas latinoamericanas, su nueva ubicación como fotógrafa y antropóloga amateur ha resignificado aquellos objetos (la falda en este caso) que la definían como mujer, tanto en su país como entre las damas mexicanas.
Así reflexiona extensamente sobre la vestimenta en la selva en su manuscrito inédito Yucatan: Its Ancient Palaces (Reference Dixon Le Plongeon and Diderich1884):
Wide Afghan trousers, and ample blouse, and high boots—a requisite precaution agains[t] snakes—constituted an attire which enabled me to walk, run, or ride wherever duty called, and to climb dangerous places with confidence in my own movements. Furthermore, the freedom of action made me fearless, conferring a consciousness of independence and ability to escape danger by active agility. I grew stronger and less nervous, although taxed by being always obliged to carry a rifle, ready loaded for inimical bipeds or quadrupeds. The open air life had something to do with the physical improvement, but the dress was the principal factor. When, on our return to civilization, it was necessary to [a]gain adopt conventional feminine garb, this produced a depressing effect which lasted some time. I understood then how a bird feels when caught and caged. The close-fitting bodice and long skirts were for many days so tiring that I found nothing in city life to compensate for the discomfort of petticoat and whalebone. (Reference Dixon Le Plongeon and DiderichDixon 1884, 139–140)
La vestimenta, que hasta entonces había representado su origen, es vista, tras años de vida en la selva, como un obstáculo para la libertad de acción de la mujer. Dixon se distancia del modelo social bajo el que fue educada y, aunque sigue identificando a Europa como lugar de la “civilización”, puede ya advertir que esa misma sociedad avanzada es paradójicamente restrictiva del progreso del género femenino. La viajera llega a la conclusión de que la ropa de los centros urbanos occidentales vuelve a la mujer “tímida para la acción” (Reference Dixon Le Plongeon and DiderichDixon 1884, 140). La falda que Dixon envuelve sobre su cintura, como esa ventana opaca de la que se vale Bill Brown para reflexionar sobre la diferencia entre objeto y cosa, se instala en el relato en una nueva función que marca asimismo nuevos modos de subjetividad para la mujer en viaje. La ropa ya no es simplemente un bien sino un agente de empoderamiento o constricción para la mujer. Enrollarse la falda victoriana a la cintura y vestir pantalones le permitió a Dixon recorrer más fácilmente las ruinas, acercarse a ellas y analizarlas en detalle. También le posibilitó sortear alimañas y malezas y participar junto con su marido en las excavaciones y en el registro de los hallazgos que luego transcribía a su diario y a las numerosas cartas que envió a su familia en Inglaterra, y a colegas como May French Sheldon y Adela Breton, a benefactoras como Phoebe Hearst, y a correligionarias como Helena Petrovna Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica en Nueva York, y Anne Besant, otra partidaria de la teosofía y activista por los derechos de la mujer (Reference Careaga ViliesidCareaga 2010).Footnote 17 En resumidas cuentas, la falda como cosa, en su nuevo lugar y función, aportó a Dixon asociaciones, actividades y obras de lo más diversas, a las que posiblemente no hubiera accedido en su traje de dama londinense.
Así, si observamos la siguiente imagen, podremos notar que Dixon se va alejando progresivamente a lo largo del viaje de este retrato de estudio, una imagen-objeto que es por ello mismo transparente y no plantea ningún conflicto con el modelo de feminidad decimonónico. Allí vemos a la mujer rodeada de aquellas posesiones que la definen en su contexto: el vestido, el sombrero, el mobiliario. El viaje, contrariamente, desestabiliza ese espacio y pose (pone en acción el paisaje inmóvil del fondo), e invita a la creación de alternativas para la definición de la subjetividad femenina. La mujer en viaje adopta una posición activa como productora de conocimientos y prácticas profesionales y cotidianas novedosas a partir de su relación diferencial —y más allá del mero consumo— con los objetos. La imagen que le sigue al retrato, de Alice Dixon usando esos pantalones con los que dice haber ganado una libertad sin precedentes, es prueba material y concreta de ello (Figuras 3 y 4).
La materialidad en la fotografía
La agencia de Alice Dixon resurge como punto clave de sus publicaciones cuando se detiene en aquellos instrumentos que, precisamente, la definían como conocedora del mundo de la fotografía. Su labor con la imagen y las nuevas tecnologías fotográficas —de las que ya vimos tenía conocimiento mucho antes de su viaje—, sin embargo, se ve grandemente alterada una vez en Yucatán. Para completar su trabajo, Alice Dixon debe recurrir una vez más al intercambio de objetos y funciones de los mismos, en una dinámica en la que los que productos locales pasan a suplir o complementar aquellos que no llegan desde Londres o que simplemente no sirven en la selva. En un artículo que publica en The Photographic Times en 1884 bajo el título de “An Example of Patience for Photographers”, la viajera reflexiona, hacia el final de su aventura, sobre los desafíos que debería enfrentar un fotógrafo o fotógrafa que, como ella, intentara ejercer el oficio en espacios al aire libre, alejada de un estudio fotográfico tradicional. Y más aún, cuando ese aire libre es en medio de la selva, donde el calor excesivo, el polvo y las alimañas atentan constantemente contra los buenos resultados de la tarea. Lejos de cualquier urbe en donde obtener rápidamente suministros, Dixon debe desarrollar múltiples estrategias y considerar factores como el peso del equipo, los modos de transportarlo, la luz del ambiente y, sobre todo, anticipar la imagen fallida. Refiriéndose a las tareas realizada por ella y su marido, afirma:
Before going to explore the ruins in Yucatan, Dr. Le Plongeon invented a box in which everything could be packed in small compartments, and which could afterward be set up to serve as a dark room; a sink and dark curtain also found a place in the box; and the apparatus could be put into working order by two people in less than five minutes. … In the hot climate and with the lime water of that country, dry plates cannot be developed without ice. Of course, there is none to be found in its tropical forests—and we were unwilling to wait until our return to know the results obtained. (Reference Dixon Le PlongeonDixon 1884, 302)
La viajera rememora el momento cuando, obligado por las circunstancias, Augustus Le Plongeon inventa una caja oscura que les permitiera empacar cada artículo por separado y proteger los químicos requeridos para el procedimiento del colodión (Alice es quien se ocupa siempre del revelado). Debía, además, tener todos los instrumentos a mano para poder armar este cuarto oscuro portátil en pocos minutos. En la reasignación de sentidos y utilidad de los instrumentos fotográficos, Alice Dixon destaca el valor de la experiencia y la experimentación. Es decir, se enfoca nuevamente en la relación directa entre el sujeto y los objetos.
La intervención de otros factores como el clima, las distancias y la calidad diferente de elementos conocidos y tan básicos en la metrópolis como el agua, activan la búsqueda y creatividad tanto de ella como de su esposo y de quienes deben interpretar (y muchas veces ejecutar) sus pedidos. Dixon continúa el artículo detallando otra reinvención similar a la del cuarto oscuro portátil que consistió en la creación de una escalera para alcanzar las mejores vistas de los edificios de Uxmal: “To make photographs of the ornaments on the edifices at Uxmal, it was necessary to work from the top of a ladder, so we directed our Indian servants to make one. We explained that we wanted a double ladder joined at the top. When they called us to see it, we found they had made two ladders, and lashed them together all the way down” (Reference Dixon Le Plongeon and DiderichDixon 1884, 303).Footnote 18
La autora expone el intercambio fallido entre ella y su marido con los ayudantes nativos. El desencuentro entre ambos y lo que cada grupo entiende como escalera doble, les obliga a readaptar sus necesidades y aceptar el producto de los trabajadores locales. Con la escalera hecha de palos atados en sus extremos, Augustus Le Plongeon se dispone a tomar la fotografía, debe reposicionar varias veces el nuevo aparato y desde una ubicación bastante inestable y con la luz ya desfavorable consigue la imagen luego de varios intentos (Reference Dixon Le Plongeon and DiderichDixon 1884). De forma inversa, pero en otro caso de reutilización de los objetos, así como Dixon debe utilizar productos como la miel o la cal locales para suplir los químicos que no surten efecto en la humedad de la península, los elementos de la fotografía reciben nuevas aplicaciones para la vida cotidiana. Un caso notorio en el diario de la viajera es la mención a una bandeja para el revelado de fotos, a la cual en uno de sus precarios alojamientos deben recurrir para el aseo personal (Reference Dixon Le Plongeon and DesmondDixon 2009) (Figura 5).
Las referencias de Dixon tanto en su diario como en el mencionado artículo en The Photographic Times nos hablan de la creciente importancia que la fotografía estaba cobrando como método de documentación y estudio de sitios arqueológicos a finales del siglo XIX. No solo lo que retratan, sino la fotografía en sí misma como cosa, considerando el vasto archivo concienzudamente creado y conservado por la viajera, se vuelven cruciales para determinar el vínculo entre Dixon y su evidencia. La fotografía despliega un poder documental que sobrepasa el de las otras formas existentes de inscripción o reproducción (como los grabados, por ejemplo) de los espacios, sujetos y objetos observados y recopilados (Reference KettKett 2017). Pero, sobre todo, los registros y reflexiones de Dixon en torno a la fotográfica y sus artefactos rediseñan la práctica fotográfica en sus criterios y preceptos técnicos. Los textos analizados se concentran en un saber metropolitano trasladado a un enclave colonial que, asimismo, será el responsable de recoger datos e información para ser procesados en las instituciones de dicha metrópolis. Sin embargo, siguiendo lo que Bruno Latour entiende como “referente circulante”, en estos desplazamientos los objetos no permanecen intactos. Muy por el contrario, Dixon se preocupa por mostrar que no son inanimados y que en su propia manipulación también producen diferentes sentidos y reorganizan el conocimiento con el que arriban los viajeros y viajeras al territorio americano (Reference LatourLatour 2001). La foto con la escalera hecha por los mayas no será la misma foto si se empleara otro instrumento, la imagen revelada con miel y cal no será la misma imagen de estudio fotográfico. No solo Alice Dixon como viajera es la que va adaptando y modificando su subjetividad, sino también el sentido de las cosas que la rodean y dan cuenta de su experiencia. Es decir, ni el lenguaje ni la realidad de la que quiere ser soporte sostienen una identidad innata.
En el diario de esta viajera, entonces, se reformula la distancia entre el europeo clasificador y el objeto americano a ser clasificado. En sus relatos es necesaria la mención y reflexión sobre ese objeto americano para la conformación de un saber que ya no será absolutamente europeo ni controlado por el sujeto occidental: el caso de la escalera es claro en este sentido, ya que su fabricación depende de la interacción (desviada por la distancia lingüística) con los nativos y los materiales que tengan a su disposición. La mirada de Dixon sobre el proceso de composición de una foto puede leerse como una reflexión sobre lo material que reta el lugar doméstico/consumidor de la mujer, y que la muestra, como mencioné anteriormente, como productora de saberes y conocimiento sobre este registro moderno. Dixon se corre del lugar de retratada para pensar en cómo retratar el contexto material y humano yucateco, reflexionar sobre los modos en los que esas imágenes se producen y colocarse entonces en el centro posibilitador de esta producción de sentidos tanto sobre Yucatán como de la fotografía. Así concluye sobre su propio trabajo profesional: “Meanwhile, among our museums and relics of the past a place should surely be given to a Maya building as grand and complete as it can be made from the molds, photographs and plans that we have gathered. Americans should wish to preserve a memorial of the early civilization of this continent which is destined to a play a leading role in the coming centuries” (Reference Dixon Le PlongeonDixon 1896, 28). La cita muestra el valor que la mujer asigna y proyecta para un material sobre el que no solo observa y registra, sino que ha recolectado ella misma con una clara visión sobre las políticas de preservación a seguir, las que en numerosas ocasiones la enfrentaron con la comunidad académica de su tiempo.Footnote 19 Dixon reconoce que ya no son los objetos tales como el vestido, el equipaje o los instrumentos que lleva consigo los que definirán su rol de viajera, sino que su identidad dependerá de la relación que establezca con los mismos, sobre los que imprime su trabajo manual e intelectual.
La siguiente imagen transmite mucho de la relación de Dixon con la dimensión material de su viaje. Se trata de una fotografía tomada por ella, su esposo y la posible asistencia de un poblador yucateco. La foto propone un montaje o collage con objetos que ha traído de Inglaterra o los Estados Unidos y otros de los que se ha apropiado en el camino (hasta se incluye a su perro Trinity, significando tal vez la apropiación de ese espacio extraño como doméstico, en uno de los extremos de la imagen). Estamos aquí frente a un estudio fotográfico (campamento arqueológico resignificado), montado temporalmente en uno de los edificios explorados (el Palacio del Gobernador en Uxmal), se trata de un estudio móvil, como móviles son los sentidos que definen la vida de la mujer en viaje. Se hacen presentes también las ya narradas improvisaciones con objetos locales, las hamacas y mosquiteros del fondo como dormitorio y las rocas como asientos. Alice Dixon se ubica en el centro, en su mesa de trabajo y escribiendo, dando sentido al entorno y sus ahora cosas. La viajera reproduce aquí la pose de otros viajeros europeos como Alexander von Humboldt en el conocido retrato de Friedrich Georg Weitsch y proyecta una imagen opuesta a la de la foto anterior en el estudio londinense.
Un aspecto significativo para las observaciones que aquí he realizado en relación con los objetos, aparece justamente en el reverso de la fotografía, en la que puede leerse la inscripción “every object has its name behind it” (cada objeto tiene su nombre detrás) y efectivamente vemos listados: hamacas, asientos de piedra, cortinas, instrumentos de supervivencia y moldes en proceso, entre otros. Los listados y enumeraciones de cosas, personas, comidas, precios de las mismas, entre otros, están muy presentes en todo el diario de viaje de Dixon como una forma de ordenar y dar sentido a este choque cultural entre el origen de las cosas y las personas que las manipulan.Footnote 20 También reflejan muchos de sus intereses, gustos y preocupaciones. La presencia del rifle, por ejemplo, remite a las entradas del diario en donde Dixon registra episodios de la Guerra de Castas (Reference Dixon Le Plongeon and DesmondDixon 2009, 55–60, 63–64); su pose, la de su marido y los objetos de escritorio, denotan su interés por mostrarse como autoridad en el campo de la arqueología; y las redes para insectos y mariposas su vocación por el estudio de la fauna local (Desmond 2019) (Figuras 6 y 7).Footnote 21
Lo que he llamado aquí “materiales de viaje” proveen de esta manera un registro alternativo del encuentro de Alice Dixon con una sociedad que le es ajena. Los objetos devenidos cosas revelan en un plano material esa zona de contacto que Mary Louise Pratt observaba en las narraciones de viajeros y viajeras en África y América Latina, y plantean una ruptura para la vida cotidiana y realidad conocida de ambos mundos (el de la cultura maya y el de la mujer europea). La desestabilización de las relaciones físicas y culturales y la percepción del mundo material por parte de la viajera, posibilita una lectura más compleja de los modos en los que esta formula su identidad. Su rol como mujer europea en Yucatán reconoce la mutabilidad y fluidez de los significados culturales, inclusive de su propia relación con otros sujetos y objetos. Y, como sostiene Zoë Kinsley (Reference Kinsley2006, 118), “The shifting meanings of objects in women’s home tour travel narratives can engender a positive critique of commonly held assumptions regarding the ways in which we read gender, class, national and regional difference through the material”. De esta forma, cada vez que sus relatos e imágenes reflexionan sobre las nuevas funciones de los objetos en viaje, estamos frente a momentos en los que la mujer también busca nuevas formas de enunciarse a sí misma. La dimensión de las cosas (objetos entendidos en su relación con el sujeto), en resumen, complejiza y desafía, en lugar de reforzar, las jerarquías sociales y culturales entre Europa y América, entre la viajera y el territorio visitado y entre la identidad propia y la ajena. Atendiendo a los códigos de comportamiento de su tiempo, por otra parte, los actos de producción y reinvención de Dixon la muestran como una mujer capaz de salirse de los circuitos femeninos exclusivamente ligados al consumo de bienes y la acercan al masculinizado espacio y acto de la producción.
La lectura del diario de Alice Dixon junto con el resto de su escritura y trabajo fotográfico muestran dos perfiles contrapuestos para la mujer viajera. Por un lado, el de su rol de acompañante, asistiendo en el proyecto de exploración arqueológica de su esposo Augustus Le Plongeon y enfrentándose a los peligros e incomodidades lejos de los salones victorianos (poca y mala comida, incómodos alojamientos y transporte, calor, lluvias, suciedad e insectos, etc.). Pero, por otro lado, ese mismo escenario y materiales de viaje revelan que Alice Dixon no cumple en absoluto el rol de simple acompañante de viaje, sin proyecto personal, como fue el caso de muchas otras mujeres que viajaban con sus esposos diplomáticos o científicos en el siglo XIX. Este es un viaje en colaboración, y es generalmente ella y no su marido, quien opera la cámara fotográfica y procesa las imágenes en condiciones desfavorables. Augustus Le Plongeon se hace cargo de las fotografías en las ocasiones en las que se requiere una mayor fuerza física, aunque es ella quien procesa todos los negativos y opera el cuarto oscuro. La división del trabajo posiblemente estaba fundada en los roles tradicionales de género, pero también en el hecho de que era Alice Dixon quien poseía el conocimiento técnico más actualizado. A su regreso a los Estados Unidos, fue ella también quien aseguró los ingresos económicos de la pareja escribiendo artículos, editando los trabajos de su marido en inglés (que no era la lengua nativa de Le Plongeon) y dando conferencias sobre su experiencia en el mundo maya, en los que generalmente utilizó también diapositivas que recopilaban su trabajo. Es importante también notar que la industria editorial sobre la literatura de viajes estaba dominada por hombres y esto implicó un doble esfuerzo de la viajera para difundir su obra: lidiar con las barreras de género para escribir e investigar y reencontrarse con los mismos obstáculos a la hora de difundir su obra.
El trabajo de Alice Dixon ha permanecido oculto, no tanto para los estudiosos de Mesoamérica como para el campo de la literatura de viajes, y toda su labor y conocimientos merecen ser recuperados para la historiografía de dicho campo en América Latina. Es preciso reconocer el valor de los intercambios de esta viajera con su contexto para repensar categorías que han constituido históricamente las lecturas de este género literario-discursivo, y su aporte a la construcción de la imagen americana en el extranjero. Como argumenta Lawrence G. Desmond, el mote de “charlatanerías” que recibió la obra de Dixon no se originó únicamente en el hecho de que sus teorías sobre el mundo maya se basaran en un exceso de especulación que para finales de siglo XIX comienza a rechazarse en pos de la cientifización de la arqueología. Estas miradas de desprecio y rechazo se debieron también a que la comunidad académica y científica europea no podría, bajo sus preceptos eurocéntricos, aceptar un posible origen indígena y americano de la civilización. El mundo de los objetos en la escritura de Dixon nos acerca un poco más a revisar esas miradas (Figuras 8 y 9).