1. Introducción
La literatura ha señalado al precio de las energías como uno de los factores que puede incentivar o retrasar las transiciones energéticas (Fouquet, Reference Fouquet2016; Kander et al, Reference Kander, Malanima and Warde2013; Smil, Reference Smil2017). En la acepción de Peter O'Connor (Reference O'connor2010), estas transiciones son los cambios significativos en el consumo de energía durante toda la cadena energética: desde las energías primarias, pasando por los portadores de energías y los conversores de energía, hasta los servicios energéticos.Footnote 1 La presente investigación busca aportar a esta línea de investigación, analizando el impacto de los precios de las energías en las transiciones energéticas chilenas desde 1841 hasta 1970.
El estudio de las transiciones energéticas chilenas interesan por presentar características que la alejan de la visión tradicional de estos procesos, que suponen una sucesión escalonada de energías, donde las energías modernas y con mayor eficiencia reemplazan del todo a las más antiguas y menos eficientes (Smil, Reference Smil2010, Reference Smil2017; Grubler, Reference Grubler2004, Kander et al, Reference Kander, Malanima and Warde2013). En Chile, en cambio, las dos principales transiciones energéticas (de orgánica a fósiles y del carbónFootnote 2 al petróleo y gas natural) ocurrieron de forma simultánea durante la primera mitad del siglo XX (Yáñez y Garrido-Lepe, Reference Yáñez and Garrido-Lepe2015). Asimismo, las energías primarias transitaban de un consumo directo a uno indirecto, en forma de electricidad. Este hecho, de por sí original, presenta una segunda característica destacada: la simultaneidad de las transiciones energéticas no se resolvió en el corto plazo, extendiéndose por un período superior a 30 años. Así, durante la segunda década del siglo XX, en el momento en que todo hacía pensar que la modernización económica se impondría, los sucesivos choques externos sobre la economía chilena –Guerras Mundiales y Crisis de la Gran Depresión- interrumpieron el reemplazo, dando una nueva oportunidad a las energías orgánicas (leña, carbón de leña) ante las fósiles. A la vez que interrumpió el avance aparentemente inexorable del petróleo frente al carbón (Yáñez y Garrido-Lepe, Reference Yáñez and Garrido-Lepe2015).Footnote 3 La consecuencia fue una matriz energética cada vez más heterogénea y una estructura productiva en la que convivían sectores muy tradicionales con modernos.
Estas tres transiciones energéticas simultáneas, hacen interesante la pregunta: ¿fueron los precios de la energía el factor decisivo de la trayectoria que siguieron las transiciones energéticas? Nuestro análisis sostiene que el carbón barato estimuló su consumo en el siglo XIX por sobre la leña cara, favoreciendo la transición de las energías tradicionales a las modernas; pero obstruyeron la transición del carbón mineral hacia el petróleo durante el siglo XX, cuando el precio del carbón compitió con el petróleo caro. En esto fue determinante la dotación de recursos naturales de Chile, ya que poseía minas de carbón y una política pública que las protegía (Garrido-Lepe, Reference Garrido-Lepe and Yáñez2021b). La combinación de energía abundante y reducción de sus precios durante la segunda mitad del siglo XIX favorecieron la modernización de la economía chilena, promoviendo con esto el desarrollo de los transportes y la mecanización de algunos segmentos de la industria (Yáñez y Jofré, Reference Yáñez and Jofré2011). En cambio, el siglo XX se caracterizó por una demanda de energía que superaba la oferta y precios en aumento, lo que obstruyó la transición energética, la modernización industrial y el proceso de industrialización, en definitiva.
Cabe señalar que este trabajo comienza en 1841 porque de ese año son los primeros precios de leña documentados. De 1843 son los de carbón importado y de 1847 los primeros precios de carbón chileno. Concluye en 1970 porque ese es el último año de las series de precios homogéneas disponibles.
Este artículo se compone de cinco secciones: 1) la Introducción; 2) el estado del arte sobre la influencia de los precios de la energía en las transiciones energéticas; 3) análisis de los precios de la energía; 4) expone el efecto de los precios y las transiciones energéticas sobre la modernización económica chilena; 5) finalmente se presentan las conclusiones fundamentales.
2. Los precios de la energía en la historia de las transiciones energéticas
La importancia de los precios de la energía se situó en un lugar destacado en la historia económica después de que Allen (Reference Allen2009) identificara la relación entre precios de la energía y los salarios como una de las causas del estallido de la Revolución Industrial en Inglaterra.Footnote 4 De acuerdo con Allen, la relación entre el bajo precio del carbón mineral y los elevados salarios fue un estímulo para que los empresarios ingleses modernizaran sus industrias, iniciando la sustitución de los convertidores animados por máquinas a vapor, y el reemplazo de las energías derivadas de la biomasa vegetal y animal por energías fósiles (carbón).
Un aspecto destacado de Inglaterra es que contaba con una abundante dotación de carbón en minas cercanas a los centros urbanos donde floreció la industria. Sin embargo, poseer minas de carbón no aseguraba una temprana industrialización, ni tampoco precios bajos de la energía. Este postulado es fundamental para nuestro estudio, pues Chile es uno de los pocos países latinoamericanos que fue bendecido con minas de carbón (Yáñez et al, Reference Yáñez, Rubio, Jofré and Carreras2013). Estados Unidos también presentó una combinación de factores similar a la inglesa, caracterizada por una abundancia y bajo precio de las energías primarias (carbón y leña), a la vez que elevados salarios. Dicha combinación fue clave en el crecimiento industrial del siglo XIX (Schurr y Netschert, Reference Schurr and Netschert1960; O'Connor, Reference O'connor2010; O'Connor y Cleveland, Reference O'connor and Cleveland2014). España también contaba con dotación de carbón en Asturias; sin embargo, su elevado precio fue un obstáculo para una industrialización temprana (Nadal, Reference Nadal1975; Sudrià, Reference Sudrià, En Nadal, Carreras and Sudrià1994).
En ocasiones, la falta de recursos energéticos fue compensada con importación de energía barata, facilitando el despegue industrial. En Dinamarca, por ejemplo, la falta de carbón se compensó con importación de carbón barato desde los puertos de Newcastle, permitiendo desarrollar exitosamente la industria de los alimentos (Henriques y Sharp, Reference Henriques and Sharp2016). En otros casos, en cambio, la distancia y el costo de los transportes impactaron negativamente en los precios de la energía importada. Chile es un buen ejemplo: puesto que ambos factores provocaron elevados precios del carbón importado durante el siglo XIX. Italia y Portugal presentaron situaciones similares, en que la importación enfrentó importantes dificultades. En Italia, la necesidad de importar carbón desde 1800 impulsó el precio de la energía (Malanima, Reference Malanima2016). En Portugal, los elevados costes de transporte hacia el interior del territorio limitaron el consumo de carbón a la zona costera, concentrando el desarrollo industrial a esta área, mientras en el resto del territorio se desarrollaba una industria intensiva en trabajo (Henriques y Sharp, Reference Henriques and Sharp2021).
Igual que durante la Revolución Industrial, la importancia del precio relativo de las energías fue determinante para la electrificación del actual mundo industrializado. Durante la Primera Guerra Mundial, el cambio en los precios relativos del carbón y la electricidad fue el factor decisivo en la electrificación de los países europeos (Betrán, Reference Betrán2005; Fouquet, Reference Fouquet2016). Aquellos países con escasa dotación de carbón, pero bien dotados de recursos hídricos, pudieron iniciar su transición hacia la electrificación de sus economías. En estos casos, el desarrollo de la hidroelectricidad fue crucial para la caída en los precios de la electricidad, estimulando la sustitución de trabajo por capital (Madureira, Reference Madureira2008). En especial, fueron los países nórdicos los que se beneficiaron del desarrollo hidroeléctrico con industrias intensas en electricidad, como las electroquímicas, electrometalúrgicas, aserraderos e industrias de la pulpa y el papel (Myllyntaus, Reference Myllyntaus1990; Venneslan, Reference Venneslan2009; Schön, Reference Schön2000). Del mismo modo, pero en escalas diferentes, la electricidad barata benefició el desarrollo de la industria en países del sur de Europa, como España (Antolín, Reference Antolín1988; Sudrià, Reference Sudrià1990) e Italia (Bardini, Reference Bardini1997). En Chile, la electrificación de la industria fue un fenómeno simultáneo al de las economías avanzadas, aunque con serios retrocesos durante el período de entreguerras (Garrido-Lepe, Reference Garrido-Lepe2022). Como veremos en esta investigación, la caída en el precio relativo de la electricidad fue fundamental para este proceso.
Desde otra perspectiva, la literatura ha registrado casos en que los precios de la energía retrasaron el desarrollo de las transiciones energéticas. Ducoing y Olsson-Spjunt (Reference Ducoing and Olsson-Spjut2018) sostienen que la industria sueca del hierro y el acero siguió consumiendo carbón vegetal hasta entrado el siglo XX, debido a los bajos precios relativos de este tipo de combustible. La transición hacia el carbón, y luego a la hidroelectricidad, se realizó solo cuando tales precios fueron muy elevados. En Chile, la transición energética del carbón al petróleo y al gas natural fue la más tardía en concretarse entre los países latinoamericanos (Rubio y Folchi, Reference Rubio and Folchi2012; Rubio, Reference Rubio2018). Nuestra investigación muestra que el bajo precio del carbón fue un factor decisivo de este fenómeno.
Sobre el comportamiento de los precios de la energía a lo largo de las transiciones energéticas, la literatura especializada ha identificado ciertas tendencias generales. Al comienzo de las transiciones, el precio de las nuevas energías y tecnologías tiende a ser más alto que aquellas en etapa de sustitución. Sin embargo, la característica más común de esta primera fase es que el precio de las nuevas energías cae abruptamente a medida que sus respectivas industrias se expanden. En una segunda fase de la transición energética, los precios de la energía y la tecnología tiende a mostrar un declive más gradual; hasta una etapa final, en la que pareciera haber una tendencia a incrementarse (Fouquet y Pearson, Reference Fouquet and Pearson2003). Antes de la caída de los precios, el consumo de las nuevas energías se explicaría por sus beneficios técnicos más que por beneficios económicos inmediatos.Footnote 5 Lamentablemente, estas tendencias se han observado analizando exclusivamente casos de países ricos. La presente investigación contribuye a esta línea de investigación analizando la evolución de los precios de la energía en un país de ingreso medio, como Chile.
La literatura también ha identificado dos factores que pueden modificar los precios de la energía y, de esta forma, impactar en el desarrollo de las transiciones energéticas: los cambios tecnológicos y los cambios institucionales (Fouquet, Reference Fouquet2016; Fouquet y Pearson, Reference Fouquet and Pearson2003). Desde el primer enfoque, el desarrollo de los transportes (barco a vapor y ferrocarril) fue fundamental para explicar la caída en el precio del carbón mineral durante el último cuarto del siglo XIX (Kander et al, Reference Kander, Malanima and Warde2013), fenómeno que también podemos observar en Chile. En el caso de la electricidad, dos elementos técnicos fueron indispensables para la reducción de sus precios durante el siglo XX: 1) Incremento en la eficiencia de las plantas de generación, y 2) la introducción de la corriente alterna que, al reducir las pérdidas, permitió transmitir la electricidad a largas distancias, favoreciendo la generación hidroeléctrica.Footnote 6 Por otro lado, el factor tecnológico y el acceso a unos convertidores adecuados han sido destacados como condición necesaria para la transición energética en los hogares (Leach, Reference Leach1992).
Sobre los factores institucionales, los gobiernos han creado mecanismos para estimular o, en algunos casos, retrasar las transiciones energéticas, mediante subsidios al consumo de determinadas energías, restricciones al consumo, cuotas obligatorias de consumo, etc. (Fouquet, Reference Fouquet2016). En Chile, los subsidios al consumo de carbón de mediados del siglo XX, así como la asignación de cuotas de consumo de esta energía, forman parte de este entramado (CORFO, 1970). La regulación de las tarifas eléctricas es otro caso de la influencia institucional en las transiciones energéticas. En Estados Unidos, el gran crecimiento de la electrificación se produjo durante la década de 1920, con el desarrollo de la electricidad barata (Du Boff, Reference Du Boff1966; Schurr, Reference Schurr1984), una vez que las tarifas eléctricas fueron reguladas por el Estado (David, Reference David1990; Vernon, Reference Vernon1996). En Chile, la regulación de las tarifas eléctricas desde 1931, benefició a los consumidores al permitir el establecimiento de precios bajos del kWh. Sin embargo, perjudicó a las empresas eléctricas, provocando una extensa crisis de capacidad instalada y de suministro eléctrico (Garrido-Lepe, Reference Garrido-Lepe2021a).
Los estudios sobre la historia energética de América Latina aún no han profundizado lo suficiente en la importancia de los precios de la energía en las transiciones energéticas, ni su impacto en el crecimiento económico. La falta de evidencias es una de las principales casusas de este vacío.Footnote 7 Sin embargo, numerosos estudios que analizan las transiciones energéticas señalan la importancia de los precios de la energía en la explicación de estos procesos. Al referirse a la transición energética de los combustibles fósiles, Rubio y Folchi (Reference Rubio and Folchi2012) señalan que el precio por unidad calórica es una de las principales fuerzas que motivó la sustitución del carbón por petróleo durante la primera mitad del siglo XX en América Latina. Esta misma conclusión es la que obtienen Bertoni (Reference Bertoni2011) y Bertoni y Román (Reference Bertoni and Román2013) para Uruguay.
Analizando el caso chileno, Yáñez y Garrido-Lepe (Reference Yáñez and Garrido-Lepe2015) han señalado que el incremento del precio del carbón mineral entre 1930 y 1960 representó un estímulo para la reducción de su consumo y para la realización de la transición energética de los combustibles fósiles. Por otro lado, el incremento del precio del petróleo como consecuencias de las crisis mundiales de 1973 y 1979, dio paso a una nueva conformación energética en la generación eléctrica chilena, abriendo un espacio para la hidroelectricidad y el consumo de carbón en la generación termoeléctrica (Yáñez y Garrido-Lepe, Reference Yáñez and Garrido-Lepe2017). Tema que, aunque aquí queda señalado, supera la cronología de este artículo.
3. Los precios de las energías en Chile entre 1841 y 1970
La historia energética chilena presenta una significativa dualidad entre el siglo XIX y el siglo XX. Desde mediados del siglo XIX estuvo caracterizada por un ambiente energético favorable para la modernización económica, caracterizado por una abundancia de la energía primaria (carbón y leña), y con precios que cayeron de forma sostenida hasta la primera década del siglo XX. Esta combinación de factores favoreció la transición de las energías tradicionales a las modernas y la modernización económica. En cambio, la realidad energética del siglo XX mostró una cara completamente opuesta. El agotamiento de las minas de carbón de Lota y Coronel, junto a los conflictos del comercio exterior, derivaron en un encarecimiento de los precios del carbón y del petróleo, que se prolongó hasta fines del período estudiado. El incremento de los precios obligó a los gobiernos a intervenir, regulando las tarifas eléctricas y los precios del carbón mineral nacional, a la vez que condicionaba el uso de divisas para la importación de petróleo.
Pese al encarecimiento de los precios, el carbón nacional siguió siendo la energía más barata en Chile. Por ello, los principales sectores consumidores (ferrocarriles e industria manufacturera) retrasaron la transición energética de los combustibles fósiles hasta 1955, aprovechando al máximo la eficiencia conseguida tras un siglo de aprendizaje. Sin embargo, en el largo plazo, la eficiencia del carbón no podía competir con las nuevas energías, particularmente con la electricidad.
3.1 Los precios de la leña, principal combustible orgánico
Desde tiempos remotos, el principal combustible que se quemaba en Chile como fuente de energía era la leña, obtenida de la madera de los bosques. En esto no difería de la mayoría de los lugares del mundo. Sin embargo, la diversidad climática existente a lo largo del territorio, derivados de su extensión latitudinal (17°30′ hasta 56°30′ de latitud sur), y las variaciones en altura (ciudades junto a la costa y otras a más de 2.000 msnm), hacían que el consumo de energías fuese muy diferente entre las regiones, sobre todo en los extremos del territorio. Entre ambos puntos, la zona central del país, con un clima templado y bosques naturales, concentraba la mayor parte de la población chilena. Esta también era la zona donde se concentraban las principales ciudades y la población rural que consumía la mayor parte de la energía para su sustento. Nuestras estimaciones señalan que en 1820 se consumían 426 KTEP de leña, el que había aumentado a 508 KTEP en 1840, principalmente por el incremento de la población en la zona central. Como es de suponer, la mayor parte de esta leña servía para cocinar alimentos, calefaccionar los hogares en invierno y en menor proporción, en forma de carbón vegetal para fundir metales (cobre, plata de exportación y hierro para elaborar herramientas).Footnote 8 Había otras opciones de combustibles orgánicos, como la yareta en el norte o el guano de los animales (sean domésticos o salvajes), pero no se conoce el volumen en que se usaban.Footnote 9 También sabemos que se conocían las características caloríficas del carbón y la turba, al menos en la zona donde afloraba a la superficie, pero tampoco ha queda registro cuantitativo.Footnote 10 Sin embargo, como se verá con algún detalle más adelante, desde 1844 se conoce con exactitud cuanto carbón consumía Chile.
Nuestras series de consumo de leña (que incluye el carbón vegetal) desde 1820 hasta 1970 se presentan en el gráfico 1. Lo que se observa es que, entre 1820 y 1843, aumentó el consumo de leña a una tasa de 0,9% anual, tuvo su época gloriosa entre 1844 y 1907 (1,6% anual) y se estancó entre 1908 y 1970 (0,1% anual). En lo que al precio de la leña se refiere, presentamos aquí datos relativos a Santiago y a Valparaíso entre 1841 y 1957 (véase el gráfico 2), las dos principales ciudades del país que debían satisfacer su demanda de energía a través del mercado. Esto último es importante, ya que los espacios rurales y ciudades menores tenían acceso directo a la provisión de leña, pudiendo prescindir de mecanismos de mercado. Sin embargo, las series de precios presentan lagunas por efecto de la información incluso en las ciudades grandes, interrumpiéndose la información de la fuente utilizadas desde 1957 en adelante. Al querer explicar la evolución de los precios de la leña, se identifican dos periodos con tendencias inversas: a) una primera etapa de declive en los precios, que cubre el siglo XIX y se extiende hasta la segunda década del siglo XX; y b) una segunda etapa en que los precios crecieron, entre la década de 1920 y el final del periodo documentado (1957).Footnote 11 Esto lleva a pensar que cuando la oferta de leña estuvo en expansión,Footnote 12 los precios tendieron a disminuir. En cambio, cuando la oferta de leña se estancó, los precios crecieron.

Gráfico 1. Consumo de Leña en Chile, 1820–1970 (KTEP).
Fuente: Ver Apéndice II, Tabla II.1.

Gráfico 2. Precios de la Leña en Chile, 1841-1957. (Miles de pesos de 1996 por TEP).
Fuente: Ver Apéndice I, Tabla I.1.
Tanto como las tendencias largas, es interesante comentar las de corto plazo. En ese sentido, la serie que se presenta en el gráfico 2 tiene cuatro momentos en que el precio rompe la tendencia para crecer abruptamente: 1851, 1880, 1929 y 1950. Las tres primeras fechas son momentos críticos para la historia de Chile: la primera fecha coincide con la Guerra Civil de 1851, la segunda es el momento crítico de la Guerra del Pacífico contra Perú y Bolivia y demás está decir que en 1929 el país se reciente por la Gran Depresión. Esto está hablando de la sensibilidad de los precios del combustible más consumido por los hogares con los acontecimientos políticos y económicos del país. Por otro lado, el alza de precios de 1950 coincide con un momento en que la oferta de combustible se reciente en el país (principalmente carbón y petróleo), provocando el alza de precios en todos los mercados energéticos.
Cabe destacar aquí un argumento que se desplegará en detalle más adelante. La leña, en términos absolutos, no disminuyó con el paso del tiempo, conservando un lugar en la canasta de consumo de los hogares y sectores productivos específicos (como la cocción del pan incluso en su segmento industrial).Footnote 13 Además, su precio era reactivo a la evolución del mercado de energías del país.
3.2 La entrada del carbón convulsiona los mercados energéticos nacionales
La economía chilena cambió con la entrada del carbón mineral (Yáñez y Jofré, Reference Yáñez and Jofré2011). En proporción a otras economías mayores, es posible decir que, desde la década de 1840, Chile comenzó un proceso de modernización que impulsó el crecimiento económico como nunca había acontecido, proceso que Ortega (Reference Ortega2005) llamó en ruta al capitalismo. Básicamente, el consumo de energía fósil vino a permitir la utilización de más potencia asociada a máquinas (la máquina de vapor), una provisión constante de energía independiente de los ciclos estacionales de la naturaleza y la diversificación de actividades productivas.
Como se aprecia en el gráfico 3, la inclusión de carbón en la matriz energética chilena arrancó desde niveles mínimos en 1844 y progresó constantemente durante el siglo XIX hasta alcanzar los mismos niveles de la leña a inicios del siglo XX (mientras ésta crecía al 1,6%, el carbón lo hacía al 8,5% entre 1844 y 1906). Sin embargo, en la fracción del siglo XX que aquí analizamos, el carbón se estancó tanto como la leña, aunque con oscilaciones de corto plazo sorprendentemente complementarias. En algunos sectores, la leña pudo complementar al carbón cuando éste no cubría la demanda, aunque este fenómeno fue de escasa relevancia.Footnote 14

Gráfico 3. Consumo de Carbón Mineral y Leña en Chile, 1820–1970 (KTEP).
Fuente: Ver Apéndice II, Tabla II.1.
La comparación entre carbón y leña no se remite solo a los componentes químicos del combustible y sus tendencias históricas de consumo. En términos económicos, es importante señalar que mientras toda la leña era extraída de los bosques del país, una parte del carbón era importado, principalmente desde el Reino Unido (cubriendo la oferta de flete de los buques que exportaban los minerales chilenos), y en menor medida desde Estados Unidos y Australia. El gran incremento de la producción de carbón nacional se produjo a principios de la década de 1870, mientras que la importación inició una espiral de crecimiento a fines de la misma década.Footnote 15 La mayor parte del crecimiento en el consumo de carbón lo explica el desarrollo de los ferrocarriles y, en segundo lugar, el consumo de las oficinas salitreras ubicadas en las regiones del norte del territorio.Footnote 16 En menor medida, la modernización también llegó a la industria manufacturera, que aumentó sostenidamente la incorporación de la máquina de vapor desde mediados del siglo XIX.Footnote 17
Como ocurría en el caso de la leña analizado antes, el precio del carbón nacional también se redujo desde la década de 1840 hasta la primera del siglo XX, y luego tendió a aumentar hasta 1970. En detalle, los precios del carbón mineral y leña (ambos en Valparaíso) entre 1851 y 1857, cayeron a una tasa anual de -13,2% y -7,8%, respectivamente, para seguir reduciéndose con menor aceleración hasta la primera década del siglo XX. Entre 1870 y 1909, el precio del carbón en Valparaíso cayó a una tasa anual de -1,6%, mientras que el carbón de la zona carbonífera lo hizo a -0,6% entre 1870 y 1913. El precio más bajo del carbón mineral se registró en 1887, mientras que el de la leña fue en 1912. La combinación de energía abundante y descenso de sus precios permitió que, durante la Primera Globalización, el consumo total de energías en Chile se incrementara a un elevado 2,4% al año entre 1870 y 1913, la segunda mayor tasa de crecimiento de su historia. La caída de los precios de la energía favoreció principalmente el consumo de carbón mineral, que se incrementó a un 5,4% al año en el mismo período, la mayor tasa de crecimiento de la historia chilena.
La caída de los precios del carbón no afectó solamente al carbón doméstico. El precio del carbón importado mostró una caída significativa desde 1852 hasta mediados del siglo XX, aunque con severas crisis que, por algunos años, lo elevaron muy por encima del precio del carbón doméstico (véase gráfico 5). Entre 1870 y 1914, el precio de dicha energía cayó a 0,9% al año. El dato más destacado es que, hasta la década de 1880, el carbón nacional era más barato que el importado. Sin embargo, los datos muestran una convergencia de los precios del carbón importado y el de Lota, que presentan diferencias mínimas entre 1888 y 1914. Esta situación explica la tendencia a aumentar el consumo de carbón importado, específicamente en la zona norte, donde se encontraba la industria salitrera. Entre 1880 y 1908, las importaciones crecieron a una tasa anual de 8%, mientras que la producción lo hizo a un 1,8%. El incremento de la importación de carbón llevó a que su oferta promediara un 58% de todo el carbón disponible en Chile entre 1904 y 1913.

Gráfico 5. Precios del Carbón Importado en Chile, 1844–1957. (Miles de pesos de 1996 por TEP).
Fuente: Ver Apéndice I, Tabla I.1.
Pese a que, en el contexto chileno, los precios del carbón descendían y aumentaba la producción e importación, en el contexto internacional estos precios eran elevadísimos, suponiendo obstáculos mayores para la modernización de la que sufrieron otras economías. A la vez, esto daba oportunidades a que la leña, mientras fuera barata, siguiera entrando a la economía. Utilizando los datos que Henriques y Sharp (Reference Henriques and Sharp2016) presentan sobre el precio del carbón en diferentes países de Europa entre 1850 y 1901, podemos observar que el precio del carbón en Chile era considerablemente más caro que en dichas realidades (ver Tabla 1). Claramente la lejanía perjudicaba a los chilenos, encareciendo el precio del carbón importado, especialmente hasta la década de 1870. El incremento de la eficiencia de los barcos a vapor favoreció la caída de estos precios. Sin embargo, la diferencia entre los precios del carbón doméstico y el de los demás países, particularmente los del Reino Unido, Francia y Alemania, nos da una idea de que nuestra energía doméstica también era cara a la luz del mercado mundial. Los datos para estos tres países corresponden a precios obtenidos en la mina de carbón, tal como el de Lota en Chile. Esta diferencia retrata la desventaja económica que enfrentaba Chile para modernizarse frente a lo barato que podía resultar industrializarse en Europa.
Tabla 1. Precios corrientes del carbón mineral en diferentes países de Europa y Chile (chelines por tonelada de carbón), 1850–1901

Fuente: Henriques y Sharp (2016; 862). Para Chile, ver Apéndice I, Tabla I.1. Para la conversión monetaria, ver Apéndice I.
Desde la segunda década del siglo XX, el precio del carbón se encareció para la economía chilena (véase el gráfico 4). Recordemos que pasaba lo mismo con la leña. La causa fue claramente una oferta menor que la demanda de combustible. Las minas de carbón chilenas comenzaron a agotarse y los esfuerzos por mejorar su rendimiento con innovaciones técnicas y organizativas fueron insuficientes.Footnote 18 A la vez, el fin de la Globalización y el efecto agregado de la menor exportación de recursos mineros, dificultaba la importación de carbón, orientando la política económica chilena en dirección a un “crecimiento hacia adentro”, forzando el consumo de carbón nacional.Footnote 19 Entre tanto, la demanda siguió aumentando. A los sectores ya conocidamente carboneros (transportes, industria y minería) se sumó la producción de electricidad térmica, razón por la cual la historia de los precios del carbón ya no se explicará por su nexo con la leña, sino con el petróleo.

Gráfico 4. Precios del Carbón Nacional en Chile, 1844–1970. (Miles de pesos de 1996 por TEP).
Fuente: Ver Apéndice I, Tabla I.1.
3.3 Precios del petróleo en Chile y la complejización del mercado energético
Durante toda su historia, Chile ha producido muy poco petróleo, presentando una dependencia casi completa de las importaciones de este energético. Los primeros barriles de petróleo refinado fueron importados en la segunda mitad de la década de 1880, momento en que su incidencia en la matriz energética del país era nula. Solo a inicios del siglo XX se ve cierto dinamismo en la curva, como resultado de las inversiones en generación termoeléctrica realizadas en la Gran Minería del Cobre (Garrido-Lepe, Reference Garrido-Lepe2018) y, en menor medida, de la importación de automóviles y camiones (Yáñez y Badía-Miró, Reference Yáñez and Badía-Miró2011). El resultado para el sector energético es una mayor complejidad: en los veinte años que van entre 1910 y 1930, el petróleo, el carbón y la leña no solo diversifican la matriz energética, sino también los usos de la energía, haciéndolo todo interdependiente (ver gráfico 6).

Gráfico 6. Consumo de petróleo, gas natural, carbón y leña en Chile, 1820–1970 (KTEP).
Fuente: Ver Apéndice II, Tabla II.1.
Ciertamente, la entrada de petróleo en la economía chilena significó alcanzar niveles máximos de potencia energética disponible. Pero se debe considerar que ese factor cuantitativo implicó también un cambio cualitativo en la complejidad de usos de la energía. Mientras la matriz energética dependió de energía humana, animal, combustibles orgánicos y carbón, los usos de la energía estuvieron muy ligados a las necesidades domésticas, el trabajo agrícola de las unidades familiares y solo algunos sectores productivos y de servicios ligados a grandes empresas capaces de invertir en máquinas de vapor (ferrocarriles, navieras, gran minería y fábricas con demanda nacional).Footnote 20 El petróleo, que viene ligado al motor de combustión interna, permitió fragmentar las unidades de uso de la energía fósil, acercándola a unidades productivas medianas e incluso individuales, como se vio con los automóviles y camiones, que se sumaron al segmento de las grandes empresas representadas por las termoeléctricas. Además, una misma actividad productiva o de servicios, podía optar por seguir usando leña, carbón o alguna de las versiones de como se comercializaba el petróleo. En algunos casos, las anteriores energías primarias convivieron con el consumo de la energía eólica, hidráulica e incluso la humana y animal como potencia motriz.Footnote 21
Como se dijo antes, Chile ha sido históricamente importador de petróleo y, por lo tanto, tomador de precios internacionales de crudo y refinados. A ello se agrega que, solo desde 1950, el país comenzó a tener una empresa que refinara el crudo importado.Footnote 22 Independientemente de lo anterior, lo verdaderamente llamativo de la evolución de los precios del petróleo en Chile, es que en un periodo de precios internacionales bajos y estables, los precios en Chile fueran altos e inestables (véase el gráfico 7).Footnote 23 La razón fue la disponibilidad de divisas. En el periodo posterior a la crisis de los años treinta, Chile tuvo severas restricciones para acceder a dólares.Footnote 24 Ello llevó a ingenieros y técnicos a insistir en la idea de buscar alternativas al consumo de petróleo, con el fin de destinar las divisas existentes a la importación de bienes de capital e intermedios para favorecer la industrialización (Sáez, Reference Sáez1953; ENDESA, 1956; CORFO, 1939, 1962). Sin embargo, la fuerza con que el motor a combustión y la generación de electricidad térmica con petróleo y gas natural se imponía en la economía fue incontenible, haciendo que los esfuerzos de los gobiernos por privilegiar el consumo de carbón (nacional) fueran ineficaces. Probablemente fuera en este segmento del mercado en el que el proteccionismo se mostró más débil, con el factor añadido de la fatalidad de que un país rico en minerales no contuviera en su subsuelo reservas significativa de petróleo ni gas natural.

Gráfico 7. Precios del Petróleo Importado en Chile, 1840–1970. (Miles de pesos de 1996 por TEP).
Fuente: Ver Apéndice I, Tabla I.1.
Nuestra hipótesis de relacionar la evolución de los precios del petróleo con la cotización del dólar en Chile parece fundada cuando vemos los resultados de la comparación en el gráfico 8. En términos generales el índice de correlación es muy alto para el periodo 1903-1967 (0,9). Esta idea es muy sólida para la etapa posterior a 1933, en que tenemos documentados datos abundantes de precios en Chile, periodo que coincide con precios estables del barril en el marcado mundial (1,1 US$ entre 1934 y 1946 y 1,9 US$ entre 1947 y 1970 -BP, 2022-).Footnote 25 Sin embargo, antes de 1933, cuando nuestros datos son más escasos y los precios internacionales del barril son más inestables (0,9 US$ en 1903, 3,1 US$ en 1920 y 1,2 US$ en 1928 -BP, 2022-), nos atrevemos a proponer que los precios del petróleo en Chile evolucionaron como efecto de una combinación del tipo de cambio y los precios internacionales del crudo.

Gráfico 8. Precios del Petróleo en Chile (Miles de pesos de 1996 por TEP) y Tipo de Cambio Real en Chile (1903–1970).
Fuente: Para los precios del petróleo, ver Apéndice I, Tabla I.1. Los datos sobre el Tipo de Cambio se extrajeron de Díaz et al. (Reference Díaz, Lüders and Wagner2016; 380), tabla 4.4.
3.4 El precio de la electricidad
Desde sus inicios, la generación eléctrica creció de forma constante, pero a ritmos diferentes (véase el gráfico 9). Hasta 1940, la expansión fue a un ritmo constante del 7% anual, con contribuciones bastante similares de hidro y termoelectricidad. Hasta la creación de la CORFO (1939), toda la iniciativa en esta área fue privada.Footnote 26 Entre 1940 y 1960 el crecimiento fue menor al período previo (4% anual acumulado), la termoelectricidad no solo se estancó, sino que se redujo levemente, mientras que la hidroelectricidad creció hasta situarse como la principal fuente de generación eléctrica en Chile desde 1948. En estas dos décadas, el sector público se impuso al sector privado, gracias al liderazgo de la ENDESA. Desde 1960 en adelante el ritmo de la generación eléctrica total aumentó (5% anual acumulado), con una importante contribución de la termoelectricidad (sobre todo a petróleo y gas natural), y nuevamente con significativos aportes públicos.

Gráfico 9: Generación Eléctrica de Chile, 1925-1970 (GWh).
Fuente: Garrido-Lepe (Reference Garrido-Lepe2021a, Tabla AI.1, pág. 221-222)
Pese a que la electricidad es una energía secundaria, y el carbón una energía primaria, la literatura señala que la transición energética en la industria ocurrió desde la máquina de vapor al motor eléctrico (Du Boff, Reference Du Boff1966; Devine, Reference Devine1983; Garrido-Lepe, Reference Garrido-Lepe2022), y que dicha transición fue estimulada tanto por la caída en los precios de los convertidores como por la caída en los precios relativos de la electricidad (Betrán Reference Betrán2005; Antolín, Reference Antolín1988; Du Boff, Reference Du Boff1966).Footnote 27 Nuestros datos demuestran que los incentivos para transitar hacia la electricidad en Chile se incrementaron desde principios del siglo XX hasta la década de 1920, pero luego se redujeron hacia la década de 1930, para volver a elevarse después de la Segunda Guerra Mundial (ver Tabla 2). Siguiendo el análisis de Henriquez (Reference Henriques2011), el precio relativo de la electricidad en Chile se asemeja más a la realidad de los países que basaban su generación eléctrica en la termoelectricidad, como Estados Unidos y Gran Bretaña. Todo parece indicar que, tanto el desarrollo de la hidroelectricidad como el incremento en la eficiencia de la generación eléctrica,Footnote 28 redujeron los precios relativos de la electricidad, incrementando los incentivos para la electrificación.
Tabla 2. Precio relativo de la electricidad (kWh Industrial) versus el carbón mineral en diversos países, 1903–1948. (MWh/Ton)

* Para 1903, el precio del kWh industrial corresponde a 1901, y el de carbón mineral de 1903.
Fuente: Para Chile, los datos del precio del kWh Industrial en Apéndice I, Tabla I.2; los precios del carbón mineral de Lota en Apéndice I, Tabla I.1. Los datos de los demás países se obtuvieron de Henríquez (Reference Henriques2011; 170). Tabla 4.9: Relative prices electricity versus coal MWh/ton.
Sobre la electrificación de la industria manufacturera chilena, Garrido-Lepe (Reference Garrido-Lepe2022) sugiere que la caída de las importaciones de bienes de capital que ocurrió durante la Primera Guerra Mundial jugó en contra de la electrificación industrial, estancando el desarrollo de este proceso.Footnote 29 Por otro lado, la industria eléctrica aún estaba en etapas iniciales (Yáñez, Reference Yáñez, Llorca Jaña and Barria2017; Tafunell, Reference Tafunell2011), y su desarrollo parecía ser insuficiente para suponer una alternativa viable que permitiera transitar al consumo eléctrico. Ambos factores, junto a un incremento de los precios relativos de la electricidad, ralentizaron el crecimiento de la electrificación industrial, que todavía registraba menos del 50% en 1928.
La reducción de los precios relativos de la electricidad entre 1930 y 1950, estimuló la transición hacia el motor eléctrico en la industria chilena. Desde 1955, la potencia de los motores eléctricos superaba el 80% de la potencia total, alcanzando cifras similares a los límites de saturación registrados por las economías más avanzadas. De esta forma, la industria manufacturera se ubicaba como el segundo sector de mayor consumo de electricidad en Chile desde 1960, solo por debajo de la Gran Minería (ENDESA, 1965). Al mismo tiempo, abandonaba a gran velocidad el consumo de carbón (Yáñez y Garrido-Lepe, Reference Yáñez and Garrido-Lepe2015), mientras se convertía en el segundo sector de mayor consumo eléctrico en Chile, después del sector minero.Footnote 30
4. Precios, transición energética y modernización económica chilena
Durante el periodo estudiado, en Chile es posible distinguir dos grandes procesos de transiciones energéticas, cuando a energías primarias se refiere; y una tercera consistente en la transición del consumo directo de energías primarias, a uno indirecto en forma de electricidad. Las dos primeras fueron la transición desde combustibles orgánicos a fósiles (gráfico 10), y la transición entre fósiles, del carbón al petróleo y gas natural (gráfico 11). Durante la tercera, petróleo y carbón, aunque mayoritariamente carbón, pasaron de ser consumidos en motores como potencia motriz, a ser empleados en la generación eléctrica, complementada con hidroelectricidad. Lo específico de la experiencia chilena no es solo que las transiciones energéticas hayan sido largas, también lo fueron otras.Footnote 31 Sino que ocurrían simultáneamente entre 1910 y 1955. En este complejo escenario de varias transiciones que ocurren en un mismo momento, los precios fueron un factor determinante, los que a su vez estuvieron influidos por la dotación de recursos naturales del país y las políticas económicas de la época.

Gráfico 10. Transición entre energías orgánicas y fósiles 1840–1970 (%).
Fuente: Ver Apéndice II. Tabla II.1.

Gráfico 11. Transiciones energéticas en Chile, 1840–1970 (%)Footnote 32.
Fuente: Ver Apéndice II, Tabla II.1.
La entrada de Chile en la era de la cinética se desarrolló en un ambiente energético altamente favorable para la modernización económica, caracterizado por disponer de energía abundante y con precios en descenso. Tal modernización, analizada en detalle por Ortega (Reference Ortega2005, Reference Ortega1992a, Reference Ortega1981), se manifestó en el rápido avance de la extensión de la línea férreaFootnote 33 y en la modernización de la industria manufacturera. Pese a que el surgimiento de la industria en Chile se situó a mediados del siglo XIX,Footnote 34 la actividad industrial presentó un crecimiento destacado durante el ciclo salitrero (1880–1930) debido a la demanda de bienes de consumo que generó la industria salitrera (Cariola y Sunkel, Reference Cariola and Sunkel1991; Sunkel, Reference Sunkel2011). El incremento de la demanda, junto a la disponibilidad de energía abundante y barata, favorecieron la modernización de la industria. De esta forma, hacia 1909, la potencia de los motores a vapor representaba un 38% de la potencia total empleada en la industria chilena, cifra muy cercana a la registrada por países periféricos como Suecia (41%) y Finlandia (49%), aunque todavía muy alejado de países líderes como Estados Unidos (73%) y Japón (70%).
La Primera Guerra Mundial marcó un cambio sustancial en la tendencia de los precios de la energía y también de la disponibilidad de energía primaria en Chile. Ambos cambios afectaron negativamente el crecimiento del consumo de leña y carbón, aunque con mayor severidad en este último caso. Durante el resto del siglo XX, los precios se incrementaron de forma sostenida, debido al agotamiento de las minas de carbón y los conflictos del comercio exterior que dificultaban las importaciones de petróleo y carbón.
La dificultad para proveerse de carbón y sus precios al alza desde la Primera Guerra Mundial, fueron la razón por la cual se buscó reemplazar las locomotoras a vapor de los ferrocarriles por otras modernas, ya fuesen eléctricas o a combustión interna. Ello derivó en la electrificación de ciertos tramos de la línea férrea, destacando el tramo entre Valparaíso y Santiago, que se concluyó en 1924 (Guajardo, Reference Guajardo2007; 76).
Diferente fue el caso de la industria manufacturera. El proceso industrializador que detectó Palma (Reference Palma1984) durante el conflicto bélico debió enfrentar una escasez energética compleja y precios elevadísimos. Sin embargo, pese a este contexto, el uso de la máquina a vapor se incrementó entre 1914 y 1922. La potencia de las máquinas de vapor sobre la potencia total instalada en la industria aumentó de 37% a 46% entre ambos años. Mientras tanto, el peso del motor eléctrico aumentó solo de 28% a 31% en el mismo período (Garrido-Lepe, Reference Garrido-Lepe2022). Es probable que el incremento de la eficiencia de las máquinas a vapor haya podido compensar, aunque levemente, el precio del carbón.
Posteriormente, el ambiente energético que vivió la economía chilena durante el período de Industrialización (ca. 1930–1970) se caracterizó por una reducida oferta energética, tanto de energías primarias como secundarias, y precios de la energía primaria cada vez más elevados.Footnote 35 El caso del carbón fue dramático. Al agotamiento de las minas más importantes de Chile se agregó la insuficiente mecanización (CORFO, 1962).Footnote 36 Sin embargo, tanto ferrocarriles como la industria manufacturera siguieron consumiéndolo como su principal energía primaria hasta mediados de la década de 1950 (Yáñez y Garrido Lepe, Reference Yáñez and Garrido-Lepe2015). El problema fue que las alternativas al carbón (petróleo y electricidad) presentaban problemas mayores, y que el precio del carbón estaba fuertemente subvencionado como manera de proteger un sector minero que generaba empleo y que tenía una importante capacidad de presión sindical y política.Footnote 37 En el caso del petróleo, su precio fue mayor que el del carbón entre 1930 y 1946, y nuevamente entre 1956 y 1963, desincentivando la transición energética. El principal problema del petróleo es que era una energía que había que importar, y la disponibilidad de divisas era un factor relevante a la hora de decidir qué energía consumir.
La electricidad, por otro lado, atravesó una crisis de capacidad instalada que se extendió entre 1940 y 1960, y que derivó en sucesivas restricciones al suministro eléctrico que afectaron a las provincias de Santiago, Valparaíso y Aconcagua. Según Garrido Lepe (Reference Garrido-Lepe2021a), dicha crisis tendría su origen en la regulación eléctrica de 1931, que habría permitido a las autoridades reducir las tarifas eléctricas para estimular el consumo eléctrico de la industria, promoviendo la modernización. Sin embargo, las tarifas eléctricas habrían caído incluso por debajo de los costos de generación eléctrica, limitando la rentabilidad de las empresas eléctricas privadas. La escasa rentabilidad y la falta de incentivos para invertir habría perjudicado el desarrollo de estas empresas, dando origen a la prolongada crisis de capacidad instalada. Las inversiones de ENDESA atenuaron la crisis, aunque no la detuvieron. La crisis solo se resolvería con una nueva regulación tarifaria, promulgada en 1959, que aseguró un mínimo de beneficios a las empresas eléctricas, así como una respuesta más eficiente de parte del ente regulador.
Todo indica que el carbón chileno permaneció en el mercado más de lo que era justificado si miramos que su precio crecía, además de que el motor eléctrico y el de combustión tenían mejores prestaciones. En esto ayudó tanto la política carbonera proteccionista, como la protección de facto que significaba la escasez de divisas que impedía importar petróleo y carbón, y los problemas que atravesaba el sector de generación eléctrica.
Finalmente, los últimos 10 años de nuestro estudio consolidaron las transiciones energéticas chilenas. Al agotamiento de las minas de carbón se sumó una reducción de los precios del petróleo, y la superación de la crisis de capacidad instalada en la industria eléctrica. Por otro lado, la leña seguía siendo la energía más cara. Las políticas públicas proteccionistas se complementaron con el agotamiento de combustibles orgánicos y fósiles nacionales. Esta combinación explica la clarificación de las transiciones energéticas durante la década de 1960, tanto de las energías orgánicas a las fósiles, como dentro de las mismas energías fósiles. Por su parte, las ventajas del motor eléctrico no tenían comparación. Así, el abandono de la máquina de vapor fue definitivo, mientras el consumo de carbón se concentraba en las turbinas a vapor capaces de generar electricidad.
5. Conclusiones
La historia de las transiciones energéticas en Chile no puede explicarse del todo sin el análisis del comportamiento de sus precios. Por años, analizamos las transiciones energéticas sin comprender a fondo las razones de dichos cambios. En parte, dicha incomprensión se debía a la falta de evidencias que permitieran contrastar las hipótesis planteadas. Esta investigación, con series de precios de leña, carbón, petróleo y electricidad entre 1841 y 1970, ha permitido analizar casi 130 años de historia energética en Chile. La principal aportación es que, durante el siglo XIX, los precios de la energía favorecieron la transición energética y la modernización de la economía; mientras que, durante el siglo XX, los precios retrasaron la transición y ralentizaron la modernización de la economía.
El comportamiento de los precios de la energía estuvo influenciado por la dotación de los recursos naturales energéticos del país y también por las políticas públicas. Durante el siglo XIX, la expansión de la oferta de energías tanto orgánicas como fósiles, permitió una reducción de los precios de ambos tipos de energías hasta alcanzar un mínimo histórico en torno al cambio de siglo. La ocupación chilena de La Frontera (Wallmapu), poblada por comunidades mapuches al sur del río Biobío, permitió incorporar extensas tierras y numerosas hectáreas de bosque, favoreciendo la reducción del precio de la leña. Al mismo tiempo, la explotación de las minas de carbón chilena, complementadas con la importación de carbón británico, y la mejora en los medios de transporte, explican la reducción de los precios del carbón tanto doméstico como importado.
Durante el siglo XX, el agotamiento de las minas de carbón y de los recursos forestales implicaron un incremento de los precios de la leña y del carbón. El petróleo debió ser importando en su inmensa mayoría, quedando a merced de la fluctuación del precio de la divisa norteamericana. La importancia de la industria minera del carbón llevó a que las autoridades regularan el precio del mineral, estimulando su consumo a la vez que penalizaba el del petróleo. Por ello, y aunque se incrementara el precio, el carbón fue hasta fines del período analizado, la energía más barata entre las energías primarias, retrasando la transición de los combustibles fósiles. En paralelo, la regulación de las tarifas eléctricas permitió una reducción sustantiva del precio relativo de la electricidad, favoreciendo la electrificación de todos los sectores de la economía. Los beneficios del motor eléctrico supondrían rendimientos que la máquina de vapor no podía sostener, empujando su retirada. El carbón transitaría desde el consumo de energía final al de consumo indirecto en forma de electricidad. Sin embargo, la crisis que atravesó la industria eléctrica impidió el avance de la electrificación hasta la década de 1960.
Finalmente, la investigación confirma que, durante los dos primeros tercios del siglo XX, el precio del carbón, del petróleo y de la electricidad (no de la leña) estuvo intervenido por la acción del gobierno. Por ello, tanto como el precio de las energías y la dotación de recursos energéticos, la influencia institucional fue importante en las transiciones energéticas chilenas, configurando una compleja trama de factores.
Agradecimientos
Este artículo es resultado del proyecto CONICYT N.º 1161425, “Historia de las Transiciones Energéticas y el Cambio Estructural en la Economía Chilena (siglos XIX a XXI)”, liderado por el Dr. Yáñez como Investigador Responsable. Los autores agradecen a la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo (ANID) y al programa Becas Chile, del cual fue beneficiario el Dr. Garrido-Lepe. También expresan su gratitud al Dr. Mario Matus por su apoyo en la deflación de los precios y a las funcionarias de la Biblioteca Santiago Severín por su ayuda con la revisión de fuentes primarias. Por último, los autores agradecen los comentarios de los evaluadores anónimos y del comité editorial de la Revista de Historia Económica – Journal of Iberian and Latin American Economic History.
Supplementary material
The supplementary material for this article can be found at https://doi.org/10.1017/S0212610924000181.