Published online by Cambridge University Press: 11 January 2024
Tres furias infernales se juntaron
A conversar en la caverna impía
Mientras los pasajeros reposaban.
Autor inédito.Habría llegado ya la media noche cuando Leonarda sacó la cabeza por entre las tinajas de la despensa, miró a todas partes con pesquisadores ojos y, notando profundo silencio en el vecino aposento, aventurose a salir de su escondite; atravesó rápidamente el corral y empujando una puerta abierta con el mayor disimulo en una de sus paredes, recorrió una estrecha y lóbrega galería hasta llegar a un cuarto subterráneo donde encontrara a fray Silvestre sentado junto a una mesa y empinando un jarro de vino.
—¿Dónde has estado, condenada? Hace tres horas que el maldito Alí me dejó, y ya cansado de esperarte, iba a indagar con cuidado lo que pasa arriba. ¿Y el descreído de Osmin?
—¿A qué me venís reprendiendo —le replicó Leonarda encolerizada— cuando por causa de vuestros desenfrenados apetitos, me he visto en el mayor aprieto, y he tenido que estar oculta a guisa de conejo, para poder contaros algo de provecho, casi desde que llegó el ferí?
—¡Hombre infernal! ¡Me desbarató el mejor plan del mundo! Sin su repentina aparición, doña Elvira acompañaría en este momento en su encierro a la linda mora; pero, mujer de Barrabás, cuando me viste en tan apurado lance, ¿cómo no llamabas a Osmin y a Santiago? Ya entre los tres otro gallo hubiera cantado, pues la necesidad puede mucho…
—Corrí en su busca, mas los malditos apenas tomaron el oro que les dio vuestra paternidad, se marcharon sin duda a azumbrarse con los suyos, o a merodear esta noche según su antigua y piadosa costumbre.
—¡Y esos bribones aún no han venido! Ya veis, me hallé solo; tuve que implorar el perdón de doña Elvira y la tonta me lo concedió. ¿A mí perdón? Si el puñal del ferí me hubiera traspasado el pecho, tanto mejor para ellas, mas mientras viva la he de perseguir de muerte.
—Volví después y hallé al ferí solo con doña Elvira, y oí ciertas razones que bien pudieran llamarse amorosas.
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